
Cuando llegamos a la estación del metrobús que nos llevaría a las cercanías del hospital, no sabíamos cómo hacer para comprar la tarjeta que permite el acceso para el viaje. Perdimos dos tarjetas y cincuenta pesos intentando a toda prisa hacer lo que indicaban los letreros, pero nos equivocamos y tuvimos que comenzar de nuevo.
El metrobús tardó mucho en llegar y venía como lata de sardinas. Teníamos el tiempo encima, así que como cualquier defeña experimentada y con la consigna de "entro porque entro", me aventé repartiendo pisotones y codazos a diestra y siniestra ante el asombro de mi hijo. De eso modo pudimos recorrer las doce estaciones que nos separaban de la parada del hospital.
De ahí corrimos las dos cuadras para llegar pero no alcancé a los doctores que dan el reporte médico y será hasta mañana que sepamos alguna cosa.
Cuando subimos a piso estaban por llevar a Paola a otra tomografía, pero como no le habían puesto ayuno no se pudo porque tenia que ser contrastada y se la pasaron a las diez de la noche.
Acomodé piyama y artículos de tocador, papel de baño y demás enseres en su buró y estuvimos con ella por espacio de una hora. En este hospital permiten subir a los familiares de dos en dos, afortunadamente.
Paola se veía menos pálida, aunque se queja mucho del dolor de sus venas, le han picado por donde quiera y le han tomado montones de muestras de sangre.
Nos dijo que durmmió bien y calientita porque le llevaron al final otra cobija, y que come todo lo que le ponen en su charola.
Las enfermeras son todas muy amables así como el personal administrativo y la trabajadora social, hasta la cajera, todas son personas muy humanas que lo tratan a uno con consideración y hasta con muestras de afecto, Dios los bendiga.
Ahora sé que mañana le van a ponera Pablita sonda por la nariz durante tres días para tomarle muestras gástricas y eso la tiene aterrorizada. A mí también pero sé que todo eso es para que más pronto sepamos lo que tiene y la comiencen a curar.
Al regreso el metrobús no venía como lata de sardinas y llegamos sentaditos hasta la parada. Caminamos las diez cuadras hasta casa de Coquito, la abuela de Paola, para esperar a Roberto, el tío médico que está en contacto con los otros doctores amigos que están haciendo estudios del líquido cefalorraquídeo de Paola.
Ya en la noche se comunicó, dijo que la experta en lectura de resonancias magnéticas no cree que el diagnóstico de neurocisticercosis sea el acertado y que para el viernes ya estarán los resultados de las otras pruebas.
Por ahora me preparo para ver a Pablita mañana con las sondas. A la hora de comida me forcé a comer pero fue horrible, por dicha con los apretujones en el metrobús se me desapareció la comida, pero mi cena me está sabiendo a trapo y la tembladera en el estómago no se me quita ni con las cuatro pastillas para nervios que me tomo diariamente, dos en la mañana y dos en la noche, para no estar tan mal.
Sé que mucha gente está orando por nosotras, sé que todo esto tiene que pasar. Yo soy madre, pero a veces, no me siento tan fuerte. Hace dos meses que Paola está mal y por momentos pienso que me voy a derrumbar.
Me lavantan todas esas oraciones, muestras de cariño y deseos buenos. Por eso sigo en pie, tratando de levantar todos los días mi blanco pendón de la esperanza.
¿No está linda ella, pese a todo, en su cama?
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Nydia.