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Mostrando entradas de enero, 2014

Sueños que se cumplen y memorias que acuden

Vine al DF a Ciudad Universitaria para inscribirme y al terminar entré a visitar el museo Universum para terminar comiendo su restaurante... y Héctor se hace presente de una manera vivísima, primero porque recién anoche su hija me entregó el portafolios donde él guardaba, por año, todos los recuerdos que tenía de mí y una libreta en donde escribió que me querría hasta el último de sus días, como cumplió; y luego porque yo sé que él tenía una liga especial con ese lugar. En el restaurante hay una música de piano y un ambiente idénticos a esos lugares y esos días que compartimos, cuando le gustaba ponerse al piano y tocar mis piezas favoritas. No puedo evitar llorar y el atento y discreto mesero voltea para otro lado tratando de no apenarme y el trago de café es muy amargo pero rico igual que los recuerdos que ruedan por mis mejillas frías y solas; igual que esa imagen del rostro querido al cual mi destino se ató de forma indisoluble hace más de treinta años. Aunque él ya no esté tomán

Fin del propedéutico UNAM a distancia

Luego de algunos vuelcos y horas de incertidumbre, lecturas y cuestionarios, termina el curso propedéutico que inició en diciembre. A mitad del camino me sentí más segura, un poco más confiada para continuar sin sentir que andaba en un túnel. Espero la evaluación para mañana pero confío en tener buenos resultados. Lo que aprendí me ha dado invaluables herramientas no sólo para seguir estudiando y saber mejor cómo, sino para tener más claridad a la hora de hacer análisis y tomar decisiones. No, no me fue fácil, hay que recordar que asistí a clases regulares, es decir en escuela, solamente en la primaria. Cuando la secundaria tuve que comenzar a trabajar y así seguí hasta ahora. En los noventas hice la secundaria en el INEA en tres meses, y el año pasado la Prepa en dos meses con examen del Ceneval, por eso me resulta de mucha utilidad lo que vi ahora en la universidad. Implica dejar cosas, actividades, activismo cultural, para disponer del tiempo que requiero para estudiar, y me pare

Historias de Año Nuevo... o la triste realidad

Don Nayo Su mamá murió porque estaba enferma del “latido”. Así sin más ni más, un día se murió y quedaron los hijos solos. Una de ellas comenzó a tener problemas y le daba por quitarse la ropa y cambiarle el nombre a todo el mundo. A veces se orinaba encima y sentada en su solar pedía café a los vecinos, que la invitaban a asearse para convidarle el café. Un día se fue caminando -parecen ser errantes todos los hermanos- y por el rumbo del Sauzal la atropellaron. “Quedó con todas las tripas de fuera”, dijo una vecina. La recogieron con una pala y la metieron en un costal. Dejaron de fuera la cabeza y amarraron al cuello el costal. Así se la entregaron a don Nayo. No sé si desde entonces, él también se desconectó por completo. Aquí pasaba camine y camine a todas horas con cara de atribulado, todo flaco y con una larga melena canosa que cubría con una gorra; a veces esculcaba los botes de basura y aunque no hablaba, respondía a veces mi saludo. Lo vi varias veces en casa de mi ve