Paola vestía de negro un vestido de otra época con un sombrerito a juego. Iba hacia algún lado y montó el caballo en el que se trasladaría. Al iniciar el trote todo era normal, yo estaba parada despidiéndola pero de pronto el animal comenzó a correr sin que ella pudiera detenerlo. El animal parecía haber enloquecido, corría en circuito por entre la maleza y el camino de tierra.
Yo gritaba tratando de azuzarlo para detenerlo cuando pasaba frente a mí con las fauces espumosas, todo sudoroso.
Otra mujer cruzó en algún momento cabalgando pero no hizo nada y siguió su camino. Paola seguía tratando de mantenerse en el lomo del caballo y luego se paró en los estribos para jalar las riendas y parar al animal pero éste se tornó más furioso, relinchó y corrió más fuerte provocando que Pabla se fuera para atrás bruscamente, soltando la rienda.
Al parecer el jalón la dejó atontada porque yo solamente veía cómo se sacudía su cuerpo inerte conforme el animal seguía corriendo.
Pensé que mi hija se rompería la espalda, seguí gritando cada vez con más desesperación y vi cómo ella intentaba de nuevo zafarse de los estribos hasta conseguirlo quedando su cuerpo en la tierra mientras el animal desaparecía en su carrera.
No había forma de que mi corazón dejara de golpearme el pecho, sentía dolor en cada latido, falta de aire y miedo, mucho miedo, mientras me acercaba a revisarla.
Antes de llegar a donde estaba desperté con el corazón en la boca.
Yo gritaba tratando de azuzarlo para detenerlo cuando pasaba frente a mí con las fauces espumosas, todo sudoroso.
Otra mujer cruzó en algún momento cabalgando pero no hizo nada y siguió su camino. Paola seguía tratando de mantenerse en el lomo del caballo y luego se paró en los estribos para jalar las riendas y parar al animal pero éste se tornó más furioso, relinchó y corrió más fuerte provocando que Pabla se fuera para atrás bruscamente, soltando la rienda.
Al parecer el jalón la dejó atontada porque yo solamente veía cómo se sacudía su cuerpo inerte conforme el animal seguía corriendo.
Pensé que mi hija se rompería la espalda, seguí gritando cada vez con más desesperación y vi cómo ella intentaba de nuevo zafarse de los estribos hasta conseguirlo quedando su cuerpo en la tierra mientras el animal desaparecía en su carrera.
No había forma de que mi corazón dejara de golpearme el pecho, sentía dolor en cada latido, falta de aire y miedo, mucho miedo, mientras me acercaba a revisarla.
Antes de llegar a donde estaba desperté con el corazón en la boca.
Comentarios