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Mostrando entradas de junio, 2011

Quemaduras

Quiero hacer una hoguera, el holocausto que se lleve mis restos,  que haga ceniza todo lo que queda. Quiero quemar los rastros de todo lo que duele, acabar con los lazos que latigan. Quiero empezar vacía, parirme nueva  sin tempestades,  sin memoria, sin el árbol de la fruta del bien y del mal.

De las incertidumbres

A veces una toca las certezas. Tan raramente que sorprende. Tan claramente que da susto. Pero también a veces la incertidumbre repta por nuestras humedades, trastabillea nuestra creencia, nos tambaleamos en un camino que creíamos conocido... y ahí se instala, como forúnculo maligno, la incertidumbre. Entonces nos asaltan los "y si esto, y si lo otro...", consultamos la bola de cristal, las cartas del tarot, buscamos a la gitana más sabia que nos diga lo que queremos escuchar. Y cuando no, cuando vencemos todas esas sensaciones y tratamos de avanzar con nuestras propias fuerzas, cuánta necesidad de claridad, cuánto ensimismamiento royendo en los rincones cada duda que tenemos, nueva o vieja. Cuánto miedo nos causa pensar en más dolores, en nuevos desencantos... Pero la vida, ¡ah la vida! siempre insiste con retoños: nacen las flores desde el pavimento, con un puro suspiro de agua pulverizada y algunos rayos de sol. Así las almas, que renacen desde sus cimientos como si nunc

Comenzar a cerrar

Creo que es un tiempo en mi vida en el que se cierran algunos ciclos. Y aunque son culminaciones, de todos modos algunas son ciertamente dolorosas. Una se despide de una cierta manera de ser, de ver la vida, o mejor dicho, de haberla visto; se despide también de ciertas costumbres, ciertas intimidades. Se aproxima con miedo a que sobrevenga el olvido, se llora lo que se tuvo y sin embargo no se añora. Una se mira templándose en una despedida: de algo, de alguien, de una misma... Rememora el camino hacia atrás, descubre cosas, hace balances... y en algunos casos, toma decisiones... La vida, siempre venidera, siempre por llegar, siempre promesa, nos cobija, nos depara esperanza a despecho del dolor. Cerrar los ciclos es también cerrar heridas,  descoser las cicatrices y constatar que ya no se abren. para volver a empezar.  Siempre queda al principio el dolor de lo que se deja atrás. Después queda su recuerdo. Y con trabajo o con suerte, finalmente queda lo que debía de quedar.  La fue

Y ahora las consecuencias...

Bueno, viajar siempre tiene sus detalles más allá de los encuentros de toda clase, y en esta ocasión me refiero a los culinarios. Por andar probando de todo en todos lados, vine a dar de regreso con ciertas molestias que iniciaron en el DF pero continuaron -y empeoraron- por acá. Los buenos oficios de un ángel que me pareció un superhéroe me remitieron a unos laboratorios para hacerme análisis, con lo que en algunas horas se pudo ver que, en efecto, la venganza de Moctezuma me había alcanzado en forma de salmonelosis... Ahora mi comida tiene un poco menos de color, si tomamos en cuenta, además del medicamento, las instrucciones al calce de la receta: "lácteos no- grasas no- harinas no- mariscos no- carnes rojas no..." ¡Zaz! cara factura por haber disfrutado las delicias de la capital del país, pero se paga con gusto. Mi amiga Iris, siempre cayendo del cielo, me preparó una exquisita sopa de verduras con pollo, que podría comer el resto de la semana sin problemas, por dich

Nos alcanzó el verano

Luego de algunas vacilaciones que nos desconcertaron un poco, el verano llegó a instalarse en Ensenada en el último momento, pero en el preciso. Vienen los días de sol y de calor, de paseos en el valle, comidas al aire libre y mucha fiesta en las playas. Yo nací en el verano, me van bien sus colores y sabores, estoy a punto de comer cerezas y degustar de esos tallitos verdes que me gusta poner a la plancha con aceite de oliva, pimienta y sal... Verano, días más largos con sol y con calor, cantos de pájaros, hermosas lunas, reuniones placenteras... tiempo de alegría, creatividad, y, ojalá, de crecimiento a partir del disfrute.

Apuntes del día 1 de junio, DF

En el DF las mujeres guardan su celular en busto, y he aprendido que es cómodo y rápido de ubicar. También he visto en la calle, en los puestos callejeros, que se han instalado puestos pequeños en donde, como si fuera el salón de belleza, las mujeres se arreglan las uñas, poniendo las que ahora se usan, de acrílico, que me parecen tan extrañas. En plena banqueta las señoras se sientan por una hora en el banquito, para retirarse a seguir haciendo la compra del mandado con las manos más hermosas... A tres puestos de ahí encontré un café diminuto en donde pude saborear un expreso cortado del tamaño de un cafe americano por la increíble cantidad de diez pesos, café de Chiapas... Por fin el café Passmar, luego de tanto buscar. Primero devolví el Alelis special porque me lo sirvieron en  vaso desechable, y una vez en taza, noté que lo más perdurable del sabor es el de las berries, ya que el del chocolate es muy discreto, pero el sabor del café me pareció demasiado débil, queda un dejo al fin

Quemar las naves

¿Cada cuándo, y por qué? Me impresiona esa frase, es tan determinante, tan categórica, que me produce admiración cuando alguien la pronuncia: tiene que estar muy seguro de lo que dice y de lo que significa. Quemar las naves: quedarse en la ínsula, recomenzar, buscar de nuevo cómo plantar unas raíces, cómo bajar del vuelo para permanecer, cómo vivir volando. Quemar las naves, respirar profundamente, mirarse, plantarse, resolverse... ¿Cómo saber cuándo quemar las naves? ¿Cuando algo inédito en la vida nos ocurra? ¿Cuando lo que se vive ya no cabe en ningún molde? ¿Cuando por fin se pierde el miedo? ¿Cuando por fin uno se encuentra? ¿Cuándo?

Cuando una se detiene...

Sucede: en ocasiones especiales, ocurre. Entonces una se detiene junto con su pulso, y percibe... La vida pareciera diferente, la luz es pura, los colores únicos; no existe el ruido, sólo el canto de los pájaros, los sonidos buenos que la vida pronuncia en los alrededores. Y todo, todo es bueno, diferente y único. El corazón extrañamente crece, ajusta su medida para que todo quepa, late como si fuera diferente, como cuando recién se abre a la vida... Sí, quizá no ocurra muchas veces. Quizá sólo una... pero aún si fuera imaginario, si solamente fuera una ilusión percibir unos momentos así, ¡ha valido la pena!

Mucha actividad en la ciudad...

Este fin de semana me ofrece muchs cosas y sólo he podido decidirme por una, debido al tiempo. El sábado hay una carrera ciclista nudista. Sí, en la espalda pintan "Así si me ves", dirigiéndose a los automovilistas, así que suena interesante ver cómo nuestras sociedades van asumiendo cada vez más su cuerpo desnudo de manera más natural, aunque lo estén usando como vehículo para manifestarse. El domingo es la Marcha de las putas, que no tiene que ver con las trabajadoras del sexo sino con nosotras, las mujeres, todas, que somos etiquetadas de manera despectiva en esa forma cuando a alguien no le parece que estemos a gusto con nuestra apariencia, nuestros deseos o nuestra sexualidad. La intención de la marcha es que, a pesar de vestir con faldas cortas, a pesar de usar escotes y a pesar de los tacones, cuando decimos NO, significa no... ¡apoyo! me encantaría marchar en estiletes pero la columna no da para tanto. Sin embargo, me tienta toda la demás parafernalia sexy y femenina

Todavía esta ciudad...

Una que apenas puedo ya reconocer con tanta saturación de gente, de cosas, de autos y de vías en zancos. Una ciudad que observo amistosa, abierta. Ayer mi amiga Ale observaba que le parece extraño que la gente que viene de fuera tenga esa sensación. Yo tomo taxis en la calle y platico con los conductores, con las señoras en los puestos del mercado, con los que estén en el café, y siempre me comentan o saludan o sonríen o ayudan con camaradería y hasta de manera divertida, algunos. Para Ale eso es raro y hasta un poco increíble. Pero como le digo, yo no estoy inserta en la neurosis de la ciudad, vengo con otro tono, con una energía diferente, y quizá eso haga la diferencia. Me alegro. El lunes lo dediqué sólo a descansar de tantas vueltas, comí en casa y estuve tirada en la flojera. Ayer me resolví a comer una mojarra frita en el mercado de San Pedro de los Pinos, y más tarde, justamente con Ale, nos lanzamos en taxi a buscar un café que ando queriendo localizar desde que llegué pero n

Viaje ¿caótico?

Uff! encuentro con las hermanas, sesión de comida y fotos con los sobrinos, encuentro con la amiga... dificultades para abrir la llave del gas en mi departamento, ausencia de hombres que ayuden pero al fin las mujeres bastaron, hambre de los mil diablos, bisteces rancheros, juegos de mesa, mucho calor ¡en sólo un día! Y luego el encuentro de sorpresa, desvelar misterios, conocer más profundo, apreciar mejor las cosas que la vida pone enfrente como frutos... Y todavía luego otro viaje hacia la tierra caliente donde las poetas, donde la amiga, las amigas, la casa con olor a frutas, con resonancias de poesía, llena de corazones que han sido abrigados entre sus paredes, y el paseo al pasado, a las raíces: Xochicalco por fin arribando en mi vida y luego risas y comidas y poemas y más juegos, y sobre todo la sensación de pertenencia hacia todo eso que me rodeaba con tanta belleza y quietud, la amistad abrigadora de mis afitrionas Carmen y Malena, el mercadito del pueblo, el incremente sol

Hablando de ciclos

Todas las cosas cumplen ciclos, se desgastan, se arrugan o desaparecen. También sus historias, como la de esta casa, que finalmente ha quedado vacía. La miro espaciosa sin las cosas nuestras, las cosas de la infancia de mis hijos que permanece sólo en fotos; sus cosas de adolescentes que quizá existan todavía en los estantes de su vida actual. Aquí llegaron cuando ni siquiera comenzaban a tener sueños, cuando mis veinticinco años de penas les procuraron un techo: "De aquí nadie nos puede correr", les dije mientras elegían cuál sería su recámara. Aquí carritos y muñecas, amigos y colegios, sábados de limpieza, cumpleaños, navidades, reyes magos... Aquí la secundaria y los desvelos, los primeros desacuerdos de su adolescencia. Aquí el espacio vacío y doloroso de la partida de la hija casi niña todavía a la casa del padre, en el norte, de donde nunca volvió.  Aquí mis segundas y terceras nupcias, mis descubrimientos y aflicciones, mis días felices de amigas, de mercado, comi