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Mostrando entradas de agosto, 2020

¡Sorpresa sorpresa!

Sí, ya sé que mañana me inscribo al último semestre de la carrera y que tengo que estructurar mi documento recepcional y todo eso... pero verlo ya tangible en una hoja de papel que me mandó mi directora, es otra cosa. Desde que abrí el documento se me aceleró el corazón y no me para, y ando con un nudo en la garganta. Cuando era niña y leía todo lo que encontraba que tuviera letras, me di cuenta de que ir a la Universidad era algo muy importante,  porque se aprendía no sólo la carrera que uno eligiera, sino muchas otras cosas que iban formando a las personas con una conciencia del mundo y de sus semejantes y así, según las conversaciones que leía. Además me daba cuenta de que los universitarios inspiraban mucho respeto, y eso era algo que definitivamente yo necesitaba. Sin embargo, apenas terminada la primaria mi padre me retiró de la escuela, lo que seguía sencillamente no era para mujeres y debería ocuparme de la casa y atender a mis hermanos. Claro que tuve que obedecer a regañadien

Visita al hospital

Llegué a la zona en donde están los pacientes en recuperación que pueden recibir visitas. Una señora tipo costeña sentada en su cama conversaba con otra acerca de una enferma que al parecer ya no estaba, comentando lo que le platicaba. La que escuchaba le pidió detenerse un momento para traer a los críos y que la oyeran. Vi que la enferma ponía la misma cara de sorpresa que yo pero la mujer ya había salido en busca de las criaturas. De regreso le pidió que pormenorizara su relato y así comenzó de nuevo la enferma… el niño tiraba de la sábana… ¿cómo fue que dijo ella, qué le contó? ¡escuchen niños! La niña pellizcaba los pies de la enferma, quien a manotazos trataba de alejarla… la encargada de los niños como si no los viera, sólo se ocupaba de mantener hablando a la enferma… los niños se fueron a otra cama y vaciaron un vaso de agua encima de de la cama…  Yo me di la vuelta para visitar a otra enferma; estaban unas extranjeras de visita también y a punto de retirarse como yo. Comencé a

De paseo con la Chamana

 Mi amiga Graciela vino por mí para salir de paseo. Trepamos a su pickup azul y nos lanzamos por un camino pedregoso que se fue haciendo cada vez más difícil de transitar, hasta que ya no pudimos seguir. Era pasado el medio día y hacía calor, cosa que a ambas nos incomodaba. Le dije a la Chamana que yo conozco un parque donde hay mucha sombra, pero por lo mismo seguro habría mucha gente. No quiso ir y como ya hacía hambre, regresamos a mi casa. Bueno, a ese lugar en donde vivo: parece más una bodega, con pilas de ropa sucia amontonadas en el piso por todo lado y unos cuantos muebles, entre ellos un refri desvencijado pero funcional. El día anterior había salido a comprar comida y no había probado una sopa que me dieron de cortesía por introducción en el restaurante, así que fue lo que ofrecí a la Chamana, a quien por cierto creo que no le gusta la sopa. Mientras se calienta y viendo que Bambi no puede echarse en ninguna parte, busco algo que le sirva de tapete pero todo lo que hay de r

¡Ya es hora!

¡Ya es hora! ¿de qué? ¡de cumplir 65! Así, casual, como que no quiere la cosa vamos iniciando otra de estas vueltas al sol que han traído siempre de todo como en botica. La idea es quedarme con todo lo bueno, alegre, bondadoso, alentador, lo que enseña y nutre. Aprender a guardar lo que me fortalece, lo que me hace seguir; conservar esa curiosidad que me lleva a asomarme por todas las ventanas, lo que me hace suspirar y enmudecer, Aquí los guardo a todos, mis amigas, mis amigos: todos son mi familia y mis pilares, maestros y cómplices de ayer, de ahora, de siempre. Gracias vida, gracias Dios por toda esta ternura que sostiene mis huesos, por esta fuerza que me impulsa los pasos a pesar de todo, por la alegría que estalla como las pompas de jabón que lanzo por mi balcón cada que puedo, por estos insólitos hijos que me tocaron, tan maravillosos. En fin, porque el amor siempre ha estado sin parar, tocándome la puerta aunque me sienta sola.

Otros tiempos, nuevos tiempos, más tiempos...

     Quién pudiera decir algo acerca de esto que vivimos: tiempos de contingencia, de pandemia, de aislamiento y por desgracia de miedo. Vamos como los ciegos dando tumbos por cada día nuevo, diferente, tratando de insertarnos a esta llamada nueva normalidad que nos toma por sorpresa y a la que con tanto trabajo nos acercamos. Nos preguntamos cómo será el futuro, cuándo volveremos a reconocer un rostro en la calle si solamente vemos cubrebocas. Nos preguntamos cómo van a crecer los seres que recién llegan, sin el acercamiento y el abrazo y tanta calidez que acostumbrábamos si vemos cuánta falta nos hace luego de pasar estos meses encerrados y aislados.      Nuevos tiempos y nosotros tratando de aprender a incorporar los nuevos accesorios: gel de alcohol, mascarillas, cubrebocas, atomizadores, cloro, desinfectantes, sana distancia... nuevos tiempos en los que en los restaurantes y en todo lugar se siguen nuevos detallados protocolos para  evitar contagios, la afluencia se reduce notable