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Mostrando entradas de junio, 2019

De los calores y comidas que hay en esta tierra

Viernes 21 de junio El calor no da tregua, Bambi y yo estamos sofocadísimas y sin dormir. Anoche llovió un poco y eso empeoró la situación de hoy, porque toda esa agua caída se está evaporando por la acción del inclemente sol. La casa poco a poco va asentándose con mis cosas pero me hacen falta muebles para acomodar por ejemplo los trastes de cocina, ya que aquí no tiene mueble el fregadero de los trastes y también necesito una mesa de trabajo donde picar y hacer cosas. Fui a buscar una donde las artesanías pero no tuvieron como la que busco, así que mientras sigo haciendo equilibrio donde puedo con mi tabla de picar. En la planta baja camino con el ventilador de rueditas jalándolo para donde camine porque no se puede de otro modo y estar en la planta alta imposible por lo caliente. Tengo que buscar un lugar que tenga sombra y aire para salir en lo que se apacigua el sol, aunque sea en la alameda debo de poder ir a ponerme a bordar. Ayer pasé por el mercado de Cerri

¿Inocentes palomitas?

Miércoles 19 de junio ¡Qué rápido pasan los días! Ya voy a cumplir dos semanas aquí y siento que apenas me estoy bajando del auto. En esta semana he tenido tiempo de darme cuenta de que hay muchas palomas en los alrededores y al parecer en toda la ciudad. En casa el patio está totalmente arruinado porque mientras estuvo desocupada vinieron a anidar, lo que destruyó el piso. Desde que estoy aquí he visto que si dejo abiertas las ventanas, encuentro sus desechos en el trastero de la cocina y en el plato de Bambi. Es una batalla intentar alejarlas: en cuanto las escucho salgo disparada con la escoba para azuzarlas, pero el techo del patio es tan alto que me miran nomás, seguro muertas de risa. Entonces tengo otra arriba, en la terraza, y desde ahí las sorprendo escoba en ristre y ahí sí salen volando. He ido al mercado a buscar pistolas de agua y no encuentro, creo que es un arma que me conviene en este caso. También he pensado en comprar una veleta para que cada que se mu

Ahora la música

https://youtu.be/jtSpiF5q-Cg Lenta, cadenciosa, dulce. Profundidades que surcan mis adentros, floto cuando las notas, de tan dulces, se ponen roncas, descienden al dolor, se extienden y me expanden, me hacen vibrar como una cuerda más. Valió la pena batallar para conectar mi bocina, estoy en un concierto echada en mi cama, oliendo la lluvia y escuchando sus pasos sobre el techo sin perturbar la música. Los mágicos dedos se posan ingrávidos sobre las cuerdas, como si con la sola voluntad hicieran cantar -a veces con sangradura- a las cuerdas. La energía de la casa es generosa, clara. Los rincones son amables y dejan pasar a la música para que se aposente donde quiera, dejando microscópicas huellas vibrantes a su paso, pequeños ecos para recopilar después, cuando evoque la memoria estos momentos de música nocturna, lluviosa, adolorida y dulce.
Jueves 13 de junio A estas alturas ya tengo más idea de cómo son los espacios de mi nueva casa gracias a la óptica de Iris: la cocina no me alcanza pero la hicimos crecer pidiendo que retiraran esa campana de taquería que habían dejado puesta y que me hizo doler la cabeza.   Sí, claro que deseaba una campana con extractor arriba de la estufa, pero lo que puso el casero era grotesco e incisivo, no podía poner ni un mueble.   Ayer instalaron internet, ya había electricidad y compré el gas cuando pasó el camión. Por las mañanas, cuando cantan toda clase de pájaros, viene la señora que vende jugo de naranja a 26 pesos el litro. Más tarde pasa el de los tamales cernidos y rancheros, que cuestan ocho pesos y son deliciosos. También he visto que entregan leche en la casa de enfrente y por las noches pasa un señor que vende pan. Hoy escuché al que vende periódico, El Mundo de Orizaba.   La presencia de Iris ha sido invaluable, no tengo con qué pagar lo que hace para ayudarme, e

Día once, junio, Orizaba

De niña conocí a Mago, hermana de una tía política, porque llegaba en las vacaciones de diciembre con su hija Alejandra vestida de muñeca. Siempre escuché decir en la familia que Mago era una modista de primera y que por eso los vestidos de su hija eran únicos. Yo cuando veía a la niña me parecía igualita a las muñecas que estaban en los aparadores de la Estándar, la tienda donde trabajaba mi tía Olga, todo eso en Orizaba. Muchos años después, ya adulta, tuve la necesidad de buscar una   modista en el DF y le pedí a mi tía los datos de su hermana. Una vez contactadas, iniciamos una linda amistad que incluyó a sus hijas que ya eran unas jóvenes. La menor es de la edad de mi hija, en vacaciones ahora ellas eran las que se juntaban a cantar canciones, cada una interpretaba a Yuri y a Daniela Romo según sus largas melenas. El año del último terremoto en el DF provocó que la casa donde vivía Mago dejara de ser segura y sus hijos la convencieron de irse a vivir a Orizaba. Nadie

Bitácora del día siguiente

Domingo Escuché la llave de la puerta, voz de hombre y que abrieron. Me levanté de un saldo preguntando si había alguien ahí, busqué la escoba y me dirigí a las escaleras para ver qué pasaba. ¿El dueño que trajo a los trabajadores? ¿Pero cómo si ya sabe que estamos aquí? ¿se metieron ladrones? así giraba mi cabeza antes de descubrir que esos sonidos habían sido en la casa de enfrente. Eran las seis de la mañana, así que aproveché para tratar de averiguar por cuál parte de la casa entraría el sol, pero recordé que mi amiga vecina comentó alguna vez que desde su casa se veía el volcán, el Pico de Orizaba, así que me asomé por la ventana de la sala y ahí estaba. Subí corriendo las escaleras para ir por el celular y tomar fotos, fascinada, desde la banqueta. Para donde miro hay cerros verdísimos y para rematar, mi volcán desde mi casa. En el patio zurea una paloma que me mira inquieta y desconfiada. Lamento saber antes que ella que no podrá hacer su hogar aquí. Va y viene i

Bitácora del viaje anunciado

Sábado 8 de junio Desperté sobresaltada porque teníamos que pasar por mi amiga para salir rumbo a Orizaba, ya apremiaba el tiempo. La típica sensación en el estómago cada vez que voy a viajar. Mi hijo mi puso café en un termo, preparé una ración de burritos para el camino -primera vez que los hago y aprovecho las tortillas de harina que traje de Ensenada- y nos pusimos en marcha. Una vez en el auto todo el contingente -Bambi de primera en el auto- nos dirigimos a la carretera, sólo que teníamos que cargar gasolina tuvo que ser en un punto de Chalco que tenía las calles ensenadizadas, es decir, llenas de baches profundos, con basura, piedras… La carretera no presentó retrasos y en breve estábamos entrando a mi ciudad natal. Pedimos a mi hijo abrir las ventanas y nos dijo que afuera estaba haciendo mucho calor. ¡Lo sentimos! Al parecer habíamos llegado a una sucursal de Veracruz, a juzgar por la humedad y la temperatura, pero nada turbó nuestra dicha de la llegada. Lu

Ensenada: estación de partida

Y en el instante en que suena la sirena me salta el corazón: avisa que es una despedida, que los lobos marinos se quedan atrás con la brisa y los buques, con las olas que me habrán de encontrar en otro punto del mar. Ahora el cielo tímido, desdibujado, me saluda, sabe que uno nunca se despide de él. Estoy en una casa de muñecas que me aloja por un rato, algún día voy a poder ser así de pequeña, sencilla como una hoja de papel en donde todo se dibuja o se borra o se transforma. Porque si mi naturaleza de palabras debe tener un lecho sería de papel, uno que no fuera demasiado absorbente porque se chupa la tinta y la hace mancha, ni demasiado liso que no admita el grafito, ese suave y lustroso material con el que a veces intento mi retrato. Regreso, estoy aún en Ensenada por unas horas más después de muchos años, bebo esta brisa con el cuerpo, me asomo a este jardín desconocido por la ventana que da a un cerro lleno de   viviendas coloridas pero cenicientas, como correspon

Fin de semana

El sábado fue de seguir armando cajas, con mi hija, mi yerno y mi mejor amiga le pusimos papel y cartón a muchas cosas. Les pedí que saquearan mi despensa porque no puedo llevarla y parecían chiquillas en día de Reyes. Los únicos aparatos que aún están conectados son el modem y la cafetera. La estufa funciona pero no hay un solo traste, excepto por mi taza de café. Todavía faltan un espejo y un vidrio de mesa. Mi maleta del viaje no sirve, puse ropa que no combina entre sí y no me sirve para nada, desde luego no tenía mi cabeza bien puesta cuando dejé esas prendas y guardé todo lo demás. Quizá también porque aquí está haciendo fresco y frío y a donde voy hace calor, me confundí. Aunque tengo días confundida: busco cosas donde ya no hay nada, volteo a ver la hora donde ya no hay reloj, busco jabón y todo está vacío y así. El domingo fue más relajado aunque todavía seguimos empacando. Por la tarde me fui a encontrar con Celia al café para despedirnos, vino de Tijuana. Ahí encontré algu