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Mostrando entradas de 2017

El homenaje del pintor

En la reunión hay pura fauna local hippie, departiendo; somos bastantes pero cabemos bien en casa. Hace años somos amigos, nos encanta estar juntos y pasar tardes charlando, comiendo y bebiendo. Hoy alguien comentó que uno de nuestros amigos, el pintor, tendrá una despedida en el centro de cultura porque se marcha de la ciudad, de modo que salimos de la casa para dirigirnos a su homenaje. Vino algo de gente, todo el mundo conoce al artista. Me gusta este espacio de aspecto rural con su olor a madera. Entre el público se encuentra este hombre alto que me presentaron en la casa, con sus dos hijos pelirrojos, igual de serios que él, con su mismo aspecto frágil. El niño mayor –de unos diez años- me platica que está triste porque se marchan a otro lugar y no quiere irse. Disimula una lágrima y su desesperación.   Le digo que puede contarme lo que sea, que me encantará escucharlo. Le pregunto su edad y me dice que tiene 21 años. Sonreímos y lo abrazo pero esto provoca su llanto. Le digo q

Antro de las maravillas

Entré al lugar porque no había podido asistir a su reciente inauguración, sabía que era muy visitado. Al subir la escalera de caracol tuve que regresar del tercer piso porque hay dos hombres haciendo el amor a pesar de la incomodidad y de las miradas de los visitantes. Yo tengo que llegar al cuarto piso así que entro a uno de los salones para ver por dónde puedo subir. Encuentro un salón adornado todo con herrería, pequeños barandales cubiertos de enredadera conforman espacios íntimos. Hay profusión de flores color azul pálido y sin duda la vajilla indica que ese espacio es para gente exquisita. Pregunto por dónde subir y me remiten a la escalera de caracol a la que no quiero volver. Ya que ando visitando este espacio me doy cuenta de que es más grande y diverso de lo que parece. En este otro salón el ambiente cambia notablemente, el piso es de mosaico dominó, todo es en lustroso blanco y negro excepto ese espacio con unos labios rojos pintados que es un despachador de vino: se le

La compra de las verduras

Busco verduras para llevar a casa, voy montada en la bici por una gran avenida y tengo que pasarme a un carril más alto. Creo que por el esfuerzo la cadena de la bici se salió, pero no estoy segura porque jamás me traslado por este medio y además sigue rodando. De cualquier modo, llego a mi destino: en esa casa venden muy buenos productos. Una vez seleccionada mi compra, me doy cuenta de que no tengo manera de llevarla, mi bici no tiene canastilla y dudo poder llevar la mercancía colgando de una mano como lo hace el señor que está a punto de salir. Ante tal dificultad prefiero despertar.

Cuando tiembla de nuevo

Días y semanas pesados desde la trágica coincidencia del 19 de septiembre en la Ciudad de México. Ahora, a tres mil quinientos kilómetros de distancia, me sacudo con el terremoto. Derrumbes de edificios, de casas, de vidas. Vienen las memorias del 85, aquel silencio denso en Catedral y en el Zócalo por días enteros, la plancha llena de casas de campaña para alojar los cuerpos rescatados, el acceso únicamente con un pase del ejército, las paredes de mi oficina apuntaladas, nada de electricidad, todos con cubrebocas como si protegieran del olor de la muerte de los alrededores. El albergue se más llenaba más de miedo por las noches, las familias dormían hechas nudo y tomadas de la mano. Ahí el silencio me vistió por muchos días, mi garganta recuperó su función en el momento en que fueron rescatados los recién nacidos que provocaron el llanto que lavó las costras de mi voz. Ahora supimos más pronto de lo que acontecía, no hubo tantas víctimas como en 85 pero lo que se replicó fue el gest

Reflexiones de madrugada

Estoy aquí. Sigo de pie, agotada pero firme, sé que sigo creciendo y que voy a continuar mientras respire. No estoy sola, hace mucho que dejé de estar sola y agradezco infinitamente darme cuenta. No me rindo aunque a veces lo intente.

Madrugada sin sueño

Despierto sin abrir los ojos. Miedo, caos y belleza: revolturas en la panza bajo el mismo sol. En las cercanías revolotean los pájaros con trinos ajenos al delito de las balas que retumban al fondo de no sé qué calle, de no sé mundo, de no sé vida... Las amorosas ramas de los árboles mecen los nidos de las aves que a veces alguna mano oscura mata con pedradas sin esperar siquiera a que la noche oculte su felonía. Ya nada es causa de vergüenza, nos despertamos para seguir el viaje que no tiene sentido, sin tiempo para un respiro que permita pensar y darnos cuenta. En algún punto hay una flor despertando al aire que la mata sin que pueda desplegar todos sus pétalos, nadie sabrá de su color y su aroma, cualquier zapato pisará la imprecisa huella de la arrancadura, será olvido, cifra, cosa que no ha existido. En tanto la mañana sigue apuntando hacia el sol, las ciudades levantan sus gases matutinos, comienzan ruidos de gente que camina o corre, se traslada o huye bajo una prisa sin sen

Debuta promotora cultural en Ensenada

Hace mucho tiempo que no hago una entrevista pero ahora la curiosidad me llevó a hacerlo con una joven periodista interesada en el pulso cultural de nuestra ciudad, y sobre todo en buscar la manera de contribuir para que estas actividades se vean enriquecidas con el conocimiento de quienes, en otros lados, han sembrado un camino sólido y reconocido. En su primera aportación, sus esfuerzos se enfocaron en invitar al escritor, musicólogo y periodista Hugo García Michel, conocido en el oficio periodístico como uno de los más destacados críticos del rock mexicano. Colabora en el suplemento Palabra de periódico El Vigía con la columna Gato Encerrado (temas musicales), en Milenio Diario con las columnas “Cámara húngara” (de temas políticos) y “Gajes del orificio” (de temas musicales), además de escribir diversos artículos, sobre todo culturales, para diferentes secciones y suplementos del mismo periódico) y en las revistas Nexos, Marvin y Este país. También coordina “Acordes y desacordes

Negro el panorama

Una pesadez me oprime el pecho y el aire es insuficiente, suspiro a cada rato. Me aturde un desgano que me provoca dormir, dormir mucho y no pensar. No es como cuando el dolor o la tristeza. Este desasosiego es más denso, viene con una gran desesperanza que impide pensar en que haya luz en alguna parte y acaba con el cada vez más pequeño y débil optimismo que ha sido parte mía toda la vida. Suspiro. Es decir, respiro hondo porque quiero sacudir el peso de la angustia que provoca sentir miedo. No estoy acostumbrada, es una sensación desagradable que siempre traté de evitar en cuanto estuvo en mis manos hacerlo. Sentirme amenazada ha provocado que la sensación me agote. Sí, entiendo de alguna manera que afuera está el sol, que hay miles de ojos contemplando el atardecer, que hay niños en los parques, que la alegría no ha muerto. Pero no aquí, adentro de estas cuatro paredes con ventanas selladas porque ni siquiera se puede salir al patio trasero de la casa, hay que cuidarse de no ser v

De los sueños, de los riesgos...

Desde ese otro mundo en el que vivo, el de los sueños, escribo: Llegamos a las afueras de la ranchería buscado la casa en donde se nos instruyó trabajar. Mis dos compañeros abrieron cautelosamente la puerta de la casona que parecía abandonada y entramos. Fuera de unas mesas de trabajo y pocas sillas, no había muebles. En la parte trasera hallaron un difunto. Al hombre que tuvo ese cuerpo lo habían ultimado a cuchillo, según dijeron, y  yo no quise acercarme. Ellos se dispusieron a levantar evidencias y yo me alejé de ese patio trasero para subir por una rampa del terreno hacia la azotea de la casa, que tenía el techo bajo. El paisaje semi árido era agradable y silencioso. De pronto me sentí cansada y me recosté mirando en el cielo unos jirones de nube. Me cubrí las piernas con el suéter y estaba dormitando cuando un compañero me tocó el hombro diciéndome que habían llegado Mariana y los otros. Bajamos, los encontramos ya dispuestos en las mesas haciendo su trabajo. Noté que todos h

Gajes del tejido

Aunque pudiera sospecharlo, la verdad es que no creo que ella se haya tomado el trabajo de elaborar la idea de molestarme. Aparentemente estaba de lo más tranquila mientras yo seguía muy concentrada intentando dominar una nueva puntada para mi tejido. No soy experta, esas vueltas y recovecos de las cadenetas me suenan lejanamente familiares pero ya desde niña cuando intenté formar alguna cosa identificable en el tejido, quedaba todo chueco, las piñas de las carpetas parecían enfermas por lo torcidas o disparejas y los puntos de pronto ya no eran suficientes para tejer otro motivo o de plano me sobraban. Así que ella sabe que si estoy muy callada, estoy concentrada y no debería distraerme. De modo que se acomodó en su silla y según yo, intentaba dormir. Justo al llegar a la última vuelta del motivo de abanicos, donde tenía que concentrarme más porque el remate tiene cambios, se atoró el hilo. Nada fuera de lo normal, ocurre a cada rato y tiene una que andar desatorando la hebra d

Una equivocación

Hacía mucho que no veía a mi tía Tere y por eso me alegra tanto que esté aquí en casa ahora. Voy sacando las cartas que tenía guardadas en cajas, y nos ponemos a recordar las de aquella época tristísima que leíamos juntas y llorando, me acuerdo vivamente del dolor que me laceraba y vuelvo a tener un vuelco en el corazón al recordarlo. Mi tía y yo nos miramos sabiendo que ya pasó y estoy sana pero nos abrazamos igual que en aquel tiempo. Su cabello rojo hasta la cintura la sigue haciendo verse hermosa como entonces. Vámonos a buscar lo que necesitas, me dice mientras se alista y salimos. Caminamos por calles llenas de hermosos edificios coloniales hasta llegar a una cuchilla cuyo pico es una taquilla de entrada al edificio famoso que tiene las paredes llenas de murales. ¿Quieres visitarlo? le digo. Ahora no, lo que necesitamos es saber en dónde tienes que hacer tu trámite. Me acerco a preguntar en la taquilla y resulta que es aquí. Entonces sí mi tía puede ir a recorrer los murales.

Lo que me trajo la lluvia

Sí, la oscuridad -que toma su tiempo, dicen- tiende su velo sobre los restos de la tarde. Mi corazón arde, mis manos arden, arde mi imaginación. La música es el fuelle, pero las gotas que dejó la lluvia sobre el techo cayendo en mi patio son el pulso que me mueve las manos, ciegas y locas por crear. Se me atraviesa la llave del sur que trajo una ave amiga, tan hermosa que todos habrán de verla. Siguen la música y la lluvia, ya comienzan las manos a buscar los hilos que tejan las urdimbres de la llave, que borden las roturas de corazón, que impregnen con la noche las puntadas, ensartadas con la punta de una estrella. Se teje y se borda así cada noche, cada latido, cada enloquecimiento, cada imaginación...

Cadenas y punto atrás

Las lágrimas me borran las puntadas frágiles como el tiempo que vivimos, no sé si voy bordando un ala, un corazón o un pétalo. En el recinto de la memoria se instaló la música de mis otras vidas, otros amores, con sus compases  eternamente jóvenes como este espacio que late aún con los recuerdos -dulces o sangrantes- y me llevan hacia allá, hacia el lugar en donde estoy bordando motivos diferentes, buscando lentamente los colores, con ojos inseguros y la mirada echada hacia adelante, escuchando los rumores de una soledad tristísima, desesperada por entender la trama de esos hilos. Ahora suenan alegres amarillos, jugosos como besos; entran después las hebras-jacaranda con perfumes delicados de ausencias largas y queridas, de adioses que no deseamos y nos atravesaron la vida dejándonos creyendo que la luz no volvería. (No quiero que llegue el rojo, no sé si tengo fuerza. El negro no es color, no me preocupa). Cadenas y punto atrás son las puntadas que me anudan, madejas verdes, ros