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Mostrando entradas de julio, 2014

Alas de dragón

Tus pesadillas fueron mis lunas de colores, mi risa desbocada, mi aspereza de arena. Cada minuto eterno con sus prisas, mi mente de volantín por la mañana mi espíritu de pájaro mis garras de dragón. No fue posible que trenzaras mis cabellos cuando el amor desmadejaba: tú no aprendiste a caminar por filos rodeado de huracanes y arcoiris. Te estremecieron todos los hechizos y yo, la bruja, no pude darme cuenta que es sólo miedo aquello que temblaba. Me recojo las alas y bebo las pociones que apacigüen el volcán que me desata. Hoy dormiré la noche del veneno y un día despertaré tan poderosa  que van a darte miedo mis alas de dragón.

La guerra por TV

Te vi: tan grande como a la montaña, con ojos igual que lunas. Apenas ayer soñabas y ya desde ahora gimes. Antes nunca hubo lluvia que te causara daño, que soplara un incendio y te abrasara. Tú resistes en la guerra: no encuentras a tu madre ni a tu padre y cargas por herencia dolor ilimitado y un cuerpo tan distinto al que tenías que ya no puedes enjugar tus lágrimas. En el momento en que te miro manos ajenas te secan ese llanto que ya no vio tu madre. Solo sin los molinos de tu cuerpo, sin esas flechas de siete años de altura, más grande que esa montaña que dijiste, más valiente,  más hombre tú que todos esos que andan en sus botas. Más cerca tú del cielo en ese infierno, tú, el de los ojos de luna de quien no conozco el nombre: nunca sabrás que aquí, tan lejos, por el brevísimo tiempo  en el que vi tu imagen, me convertí en tu madre dolorosa, abracé tu orfandad con mi plegaria y pronuncié maldiciones a la guerr

Poema para los niños migrantes

Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.