Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2019

Del cansancio y esas pesadeces

No sé si ya me harté por el tiempo que llevo estudiando a todo vapor -y me refiero no a la velocidad, sino a la intensidad- o el ánimo en estos tiempos no me da para seguir igual, el caso es que estoy padeciendo una inusual falta de concentración que me provoca estragos en la entrega de actividades en la UNAM. Sabía que sería una carrera de resistencia, siempre dije que no tengo prisa y que lo deseado es disfrutar de lo que aprendo. Y en el inicio de mi séptimo semestre ¡zaz! todo parece indicar que estoy cansada porque no le encuentro el gusto al caldo, con todo y que admito que está interesantísima la lectura, y eso lo digo a dos días de haberme cuestionado seriamente si seguir o detenerme un poco para no arruinar lo que ya he construido en cuanto a mi promedio. Pues pasa lo de siempre, no somos de palo, las emociones, preocupaciones, gozos o sufrideras nos afectan, los temores... vaya, el clima. Saben que estoy reconstruida desde que me acuerdo, de modo que volveré a recoger mis

Las musas andan sueltas

A veces me susurran sutilmente, pero si no hago caso se desatan y provocan tal alboroto que debo dejar lo que sea que esté haciendo -generalmente estudiar o hacer tareas- para intentar interpretar lo que me dicen. Así estos días, que a pesar de las actividades escolares demandantes he debido escuchar esa voz interior para que fluya lo que hay que decir de la manera que sea. En este caso, escribiendo con hilos y con tela lo que creo que será mi autorretrato. Está en proceso, la intuición seguirá dictando lo que sigue...

Otras memorias

Cuando niña me gustaba mucho ir a casa de una tía, esposa de un hermano de mi madre. Tenía un reloj de cucú que para mí representaba un gran misterio, yo tenía cuatro años y no entendía cómo el pájaro sabía las horas para salir a cantar. También me encantaba que en el desayuno había pambazos y las servilletas eran de tela. Pero sin duda lo más bonito era que mi tía tenía un piano y a su banquito se le levantaba la tapa que resguardaba un tesoro: montones de muñequitas de papel y vestimentas para jugar con ellas, que mi tía me prestaba seguramente sabiendo el cuidado que tendría yo con esas maravillas.  Así empezaban las historias, poniendo nombre la muñeca rubia o la morena, poniéndoles atuendos para la ocasión que inventaba, creándoles hogares y familias... en fin, qué hermosos recuerdos se nos quedan en el nido de la memoria y salen a la luz ante cualquier estímulo.

Estos días de lluvia

Horas y horas con el cielo dejando caer sus aguas sobre esta tierra seca y lejana... un sonido distinto al de la lluvia que cae en los mullidos bosques de mi tierra, y sin embargo, la misma. Falta el verde olor de la tierra húmeda que perfumó mis días de infancia, cuando imaginaba que las gotas eran paraguas pequeñitos y me subía a una tabla en el patio para jugar a remar rumbo al mar, a donde oía decir que iban todas las aguas y a donde esperaba que llegaran mis barquitos de papel llenos de flores. En el cruce del tiempo y los espacios vivo en tanto la lluvia. Su voz mojada deja el tejado de la memoria lleno de reflejos, y en mi corazón el ansia del regreso a aquellos días nublados llenos de luciérnagas y juegos, de cantarinas aguas en el río a un lado de la casa, de olores a leña por algunas calles y nubes como rebozos alrededor de las copas de los árboles. El tiempo ni el agua han podido enmohecer estos recuerdos que acicalo para que me acompañen en la futura travesía, el regres

La humedad de la lluvia

Gastan las horas toda el agua del cielo. Sin dramas ni truenos, pertinaz, cae la lluvia azogue de las calles que se vuelven insondables. Suave arrullo la lluvia, penetra a las raíces, tiende una capa verde sobre los árboles y extiende el fulgores mullidos en los cerros. Crece los brazos de los ríos que van al mar, sacude embarcaciones perdidas en el sueño eriza la piel del océano y hasta la luna se nubla. Lava las costras de ciudades enormes y se lleva sus barquitos de papel a donde sólo ella, la lluvia, puede verlos.

Palabras para la pesca

                Pescar palabras Buscar, buscar palabras con anzuelo a ver cuál muerde primero cuál llega boqueando hasta la pluma fuente que la atrapa y la descama para que sus aletas inertes adornen una página, impresionen al mejor lector, apunten cosas importantes mientras el pescador, la pescadora, intenta nuevamente en el océano de tinta esclarecer alguna frase, algo más que una palabra solitaria, sola como el ánima que anda de pesca desde la madrugada tratando de resguardar un tardío rayo de luna antes que el sol enceguezca la mañana con su grandilocuencia, antes de que la luz aplane todas las palabras de la pesca y la red quede vacía como si fueran fantasmas esas letras torcidas y boqueantes. Liz Durand Goytia