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Mostrando entradas de julio, 2008
Papalotes por Liz Durand Goytia En Orizaba nos fabricábamos nuestros papalotes que se llamaban así o palomas, según la forma que tuvieran: los cuadrados como de treinta centímetros eran las palomas, y los rectangulares grandes eran los papalotes. El carrizo se cortaba en las orillas del río o se compraba en las tienditas. Se cortaban en varillas, se recortaba el papel de china al tamaño, se ponían los flecos y la cola y a volar. Cuando había guerritas se ponía una navaja en un palito de paleta que se pegaba en la cola de la paloma para derribar a los enemigos pero a mí no me gustaba correr el riesgo de que me tiraran una paloma que construía con grandes trabajos porque no nos era fácil conseguir dinero para los materiales. Cuando se rompía la paloma casi siempre era solamente el papel lo que dejaba de servir y se podía usar el "esqueleto” para pegarle un papel nuevo. Cerca de la privada había un campo ideal para empinar palomas. Me hice una de color blanco y reuní como tres c

Cae el rayo intempestivo

Para Irina en una de sus horas terribles. Siempre estamos frente a ella por más que sea preferible hacer la vista gorda. Se encuentra todo el tiempo mirando por encima de nuestros hombros, igual si se trata de una criatura que de un anciano venerable, lo mismo si es una joven hermosa y floreciente que un desalmado narcotraficante. Tiene las llaves de todas las vidas que en algún momento deberá cerrar. A veces manda los avisos de enfermedades terribles e incurables, no se sabe si para que tengamos tiempo de hacernos a la idea, o sólo para divertirse mirando nuestras reacciones. Quizá no sea que se divierta sino que le demos curiosidad o sencillamente quiera darnos un poco de nuestro propio chocolate por tanto desprecio y miedo como le tenemos. Pero otras veces, como si se tropezara y se le rompiera sin querer alguna llave, la Muerte corta de manera repentina y brutal los hilos de una vida. Eso mismo pude constatar ayer, consternada, al saber que el esposo de la hija de mi amiga Iris mur

Novedad

Gracias a las gotitas homeopáticas que me quedaban de Monterrey se ha combatido el dolor y ayer y hoy he podido caminar casi de manera normal y prácticamente sin dolor, por lo que hoy me animé a ir al teatro ya que vino una obra de Fernando de Ita al foro experimental del Cearte. La obra, que el autor denomina "paisaje dramático"y se titula "La estación", recuerda el cuento de Arreola del Guardagujas. Actúan Pita Domínguez -que por cierto inició su carrera aquí en Ensenada- y Fernando de Ita Domínguez, un niño de doce años y el autor escribió para ellos la obra, creo que por eso en alguna parte el niño toca el violín, ya que es estudiante de secundaria y de ese instrumento. Lo que nos pareció extraño sobre todo a Alex, que fue quien lo mencionó, y por lo visto no entendimos, es que los personajes, aunque conversan entre ellos, nunca se miran. Hablan todo el tiempo de frente al escenario, sin mirar a nadie y al menos en el caso de la actriz, la gestualidad es poca y

Melancolía

A veces me entra una tristeza súbita, como de soledad o de vacío sin que me explique por qué. Es cuando sé que en otro lugar del mundo están mis amigas, mis poetas, mi familia, mi hijo...mis difuntos. Es cuando siento que me vine a vivir fuera del planeta porque todo está muy lejos, es imposible que me siente con amigas a tomar una taza de café para trabajar un texto, compartir unas fotos, intercambiar recetas de cocina, comprar libros, entrar a un museo, pasear por el centro o simplemente estar en casa platicando. Estamos lejos: no presencio los cumpleaños, graduaciones, fines de semana, lecturas, presentaciones, aniversarios, reuniones. Me descubro en medio de mi estudio, rodeada por pinceles, libros y papeles, por frascos y frascos de pinturas, telas a medio acabar, cuadros sin terminar, libros sin comenzar, sola. Con muchas fotos, muchos recuerdos, muchas palabras que se guardan. Sola. Un café y de inmediato Carmen de Cuba se apersona por arte de la magia, me dice que soy una si

Remedio casero

Tendida en el espejo bruñido de la noche siento el miedo me asustan las presentidas fauces del dolor. Cada vértebra es un pozo de angustia las horas por venir un túnel sin final. Por la rendija se asoma la luna. Debo tomarla para aliviar mi fiebre. No la alcanzo, no cabe en el vaso, no la puedo tragar. Una voz dice a mi oído "la luna no te va a curar". No es soluble en el agua, imposible aplicarla en las heridas. Yo quiero un poco de su nácar para ayudarme a dormir para quitarle a la noche el vaho de mi dolor para soñar que se sueltan las amarras de mi espalda. No haré caso de la voz. Sé que la luna en dosis adecuadas es un remedio casero que nos heredan las hadas. Es cuestión de saber cómo posarse en el espejo bruñido de la noche.

Al perro más flaco...

A veces el dicho parece infalible. Antier y ayer estuve con dolor leve y podía caminar mejor. Eso me alentó para salir a regar el jardín, que no considero una actividad pesada siempre que no me agache y no se atore la manguera. Es una actividad que me gusta hacer porque me pone al tanto del avance de mis plantas: si ya está floreando el chile habanero, si pegaron las semillas de cempazúchil que espero tener para Día de Muertos, si el rosal blanco ya se recuperó de la plaga, etcétera. Pero en algún momento, al terminar, di un paso que dio en un hueco y ahí estuvo: de nuevo el dolor galopante y la inmovilidad. De alguna manera llegué a la cama y no pude incorporarme después ni con la ayuda de Alex, por el dolor. Para colmo, llamaron del laboratorio donde ayer me hicieron las radiografías dinámicas para decirme que me presentara de nuevo para repetir unas tomas por decisión del doctor. Y un poco después me avisaron del consultorio del neurocirujano que vería hoy en la tarde que tendrá cir

Réquiem

Oh dolor de dolores: el domingo sucumbió ante la arremetida de un dragón. Tuvo una vida dedicada al trabajo con actitud incondicional: en cualquier circunstancia, bajo cualquier clima o situación extrema. Tuvo caídas que parecían acabar con su vida y se recuperaba. Pasó por manos de muchos niños que la usaron para hacer sus trabajos. Su penúltima caída fue en Huajuapan: se me fue de las manos durante un tropezón y se le salieron las tripas, quedó inmovilizada y tuve que llevarla a curación de emergencia. Por ella pasaron cientos de rostros de los niños de todos mis talleres: niños cercanos y lejanos, niños olvidados, maltratados o felices, enclaustrados o libres... Montones de momentos especiales por el color de la luz, por los espacios, los lugares, los hallazgos. Oh dolor contemplarla triturada, descuadrada, destruida. Me entregó sus seis años de vida. Su testimonio está en mi álbum fotográfico, tan enorme que se come la memoria de mi computadora. Sus restos permanecen en una mesa de

La despedida del Autobús amarillo.

Llevo ya un mes con el problema de la columna y aunque el tiempo se me hace eterno, tampoco creí que había pasado tanto, es algo extraño. Mantuve la esperanza de que una vez el neurocirujano viera mi tomografía lo siguiente sería conocer detalles y fechas para la operación. Al principio me daba miedo pero poco a poco me fui haciendo a la idea de que es lo mejor para poner un remedio definitivo y salir de este asunto. Pero no hubo nada de eso. La consulta me deprimió porque mi problema es más severo aún de lo que imaginaba. Tengo dos hernias y tres discos calcificados además de no sé cuáles otros pequeños detalles. El médico ha pedido otros estudios para estudiar una alternativa de curación, que podría ser una intervención quirúrgica mucho menos severa que la requerida para arreglarme las vértebras. Explicó muchas cosas, vimos mis huesos en tercera dimensión etcétera, pero por lo pronto aún no tengo solución para mi padecimiento porque no me recomendó la operación primero porque dice q

Las amigas sabias

Definitivamente debo hacer caso de Paty, Osiris, Merielena y demás cuando me dicen que me deje llevar por la inmovilidad, en ese caso. Como dice Paty, algo he de tener que ver desde la calma, desde la aparente inmovilidad que me tiene adolorido el cuerpo. Es cosa de esperar, cosa que precisamente no sabemos cómo hacer. Pero a una semana tiesa, me puedo dar cuenta de que el tiempo transcurre de modo diferente, parece más denso y nos ponemos con esa propensión a indagar más adentro de nosotros, a identificar ciertas emociones o pensamientos que habían estado aleteando en los alrededores como polillas luminiscentes. Quizá sea el tiempo de reparar más en ellas y lo que nos dicen cuando las escuchamos. También me sirve el tiempo para dibujar, para hacer trazos locos dejando que el grafito se desparrame por el blanco del papel, deslizándose con su modesto brillo y haciendo los arabescos que después jugamos a identificar o les agregamos alguna identidad. Aprender a jugar backgamon haciendo co

El origen de la inmovilidad

Ese día fue domingo y había un clima muy agradable, por lo que decidimos llevar a los niños a caminar por la playa. Aunque era el medio día el sol no estba insoportable y decidimos ejercitarnos un poco en la caminata. Había gente con más perros, cosa que siempre me llena de aprensión porque Estuardo ha sido ya atacado, pero por dicha sólo hubo juegos. Caminamos y caminamos disfrutando de la brisa pero comencé a sentir muy pesadas las piernas, y luego de otro rato de caminadera ya sentí claramente la dolencia en la rabadilla, la necesidad imperiosa de descansar, de sentarme. Así que con la pena, nos dirigimos hacia la casa, aunque estoy segura de que los niños disfrutaron mucho. Yo me inyecté por la noche para el dolor pero al siguiente día, mero cuando andaba lavando la ropa, fue que me quedé sin mover... Ahora puedo caminar despacio pero todo el tiempo me siento cansada y cualquier movimiento como inclinarme o peor, agacharme, provoca más dolor, de manera que ando con pies de plomo al

Cuando nada se mueve

Es lo que una siente cuando pierde la movilidad. Es impresionante la cantidad de eventos que ocurren en el cuerpo para que tenga movimiento y no podemos darnos cuenta hasta que algo deja de funcionar como debiera. Ayer me tocó de nuevo sufrir ese desperfecto de mi columna que me impidió hacer otra cosa que gritar de dolor, quedarme inmovilizada y sentir algo de miedo. Cuando Alex me escuchó se apresuró a ayudarme a llegar a lo primero que me diera soporte, que fue una pequeña cama que tiene en su estudio. Normalmente son tres o cuatro pasos del cuarto de lavado donde me encontraba llenando la lavadora, hasta ese espacio, pero esta vez me costó tiempo, sudor y dolor llegar a la cama. Me quedé tendida tal como caí, no me fue posible acomodarme ni moverme. El dolor era intenso pero inmovilizante si me quería cambiar de posición. En cuanto se pudo vino a inyectarme una enfermera para disminuir el dolor, cosa que sucede en pequeña medida, pero como las inyecciones han sido cada doce horas,