Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2016

Crónica de un viaje a la ciudad

Tus listones grises se han multiplicado, crecen apuntando al cielo. Serpiente de asfalto, ondeas por caminos en terceros y segundos pisos. Nunca duermes ni suspendes los ruidos de tus bocas. Creces todavía en techos que ahora llaman terrazas y te vistes con todos los tonos imaginables del gris.      Pero aún adornas tu cuerpo con suave color de jacarandas,  vas tatuando en tus uñas los geranios, en tu tocado pones nieve de volcán y nubes.      Devoras al tiempo, eres inabarcable. Quien te vive maldice y se deslumbra y quien te mira de visita sostiene su aliento en un asombro ausente de palabras. Fiel tirana, extiendes tus promesas cada día para seguir cazando incautos. ¿Quién va a querer salir del dulce infierno de tus redes? Embaucadora eficaz con tus aromas de naranjo y eucaliptos, el parpadeo de tus lagos escondidos, la promesa del agua en Los Dinamos o el verdor inusitado en tu emblemático Chapultepec. Prometes buen café en Coyoacán, frutos del mar en La Viga, bosques milenarios

Historias de mi barrio

  Siempre fueron tranquilos, una pareja cuya vida doméstica se dejaba escuchar cuando lavaban la ropa, cuando reían, cuando ella subía todo el volumen de su aparato para cantar con Rocío Dúrcal lo mismo durante horas y yo debía irle a pedir que le bajara porque no me podía concentrar en el estudio. No se molestaba: "sí vecina", y listo. Al poco tiempo noté su embarazo y cuando menos pensé ya estaba una criatura nueva entre ellos. Enfermaba con frecuencia, me solicitaban el teléfono o llevarlos a al doctor. Bien tranquilos, como digo. La vecina comenzó a educar a su niña a puros gritos pero no con violencia, al parecer simplemente era escandalosa. Noté que le enseñaba muchas cosas a la niña, aunque yo me preguntaba todo el tiempo si pensaría era sorda. No me di cuenta del tiempo, pero en un santiamén la pequeña ya iba al kinder. Fue poco después de que ya iba a la escuela que la pareja se separó. Y ahí sí, sin gritos ni sombrerazos, sencillamente cuando me di cuenta

La poesía que está en la vida

Sé que no es así: no hice únicamente tres poemas en este año. Porque sé que pensé un poema cuando miraba la luna, cuando vi al sol sobre las montañas al fondo de la ciudad, cuando escuché reír a los niños que vienen de la escuela, cuando vi la sonrisa plena de una mujer humilde, cuando observé a los ancianos jugando dominó en el parque, cuando cantaron los pájaros afuera de mi ventana, cuando florecieron mis macetas, cuando vi dormidas a mis perras, al hacer una oración dando gracias o pidiendo. La poesía está en la vida, en los aconteceres que cambian como cada hora del día. Nos llena de aire puro, nos endulza los caminos, nos facilita deambular por las apuraciones. La poesía está a la vista de todos, sólo hay que leerla, encontrar sus versos en los ojos de los niños, en las olas que llegan a la playa, en los barcos que se alejan, en las estrellas que se cuelgan de nuestro techo universal. Hay que aprender a leer a la poesía en cada uno de nuestros vericuetos y sentirla, pa

Trámites

Hacía mucho que no veía a mi tía Tere Goytia, por eso me alegra tanto que esté aquí ahora. Estoy sacando las cartas que tenía guardadas en cajas y nos ponemos a recordar las de aquella época tristísima que leíamos juntas y llorando, me acuerdo vivamente del dolor que me laceraba y vuelvo a tener un vuelco en el corazón al recordarlo.             Mi tía y yo nos miramos, sabiendo que ya pasó y estoy sana, pero nos abrazamos igual que en aquel tiempo. Su cabello rojo hasta la cintura la sigue haciendo lucir tan hermosa como entonces.             Vámonos a buscar lo que necesitas, dice mientras se alista y salimos. Caminamos las calles llenas de hermosos edificios coloniales hasta llegar a una cuchilla cuyo extremo   picudo es la taquilla de entrada al edificio que tiene las paredes llenas de murales famosos. ¿Quieres visitarlos? le digo más bien pensando en que yo siempre he querido conocerlos, pero "ahora no, lo que necesitamos es saber dónde tienes que hacer tu trámit

Querido Sergio

(No es necesario poner tus apellidos, si llegas a ver esto sabrás que es para ti). Ahora mismo   comienzo el relato de una parte de mi historia que desconoces por tanta ausencia. Me da mucha pereza escribirlo porque ha pasado tanto tiempo que estoy en lo que podría decirse la medianía de mi vida. Por eso seguramente todos escriben sus diarios cuando tienen quince años y no están precisados a seleccionar lo que abordarán en su cuaderno.   Comienzo pues, sencillamente, tumbada en la cama y al pie de mi ventana. Es de tarde, como cuando pintábamos. El aire está muy fresco, el pájaro que siempre canta no vino hoy a su árbol y mis perros duermen echados a mis pies. Hace dos meses que no he podido trabajar. De por sí mi labor es esporádica, siempre depende de que alguna instancia cultural o social requiera mis servicios y me solicite diseñar un taller ya sea de pintura o de literatura para niños. Los más comunes son los de desarrollo social, pues van a colonias marginadas y a munici