Te busco a ti, palabra, morada de mi corazón cristalizado. Espero por tu sol, tu viento dulce que derrite al hielo del dolor. Te busco a ti, palabra, laberinto que acoge con ternura, calor que me guarece del graznido de esta noche sin alas. A ti te busco en el cajón más negro de mis días, en el momento en que rota me deshojo; busco tu redondez de luna llena, tu voz enmielecida, tus rasgos de rapaz huidizo porque es muy densa la pena que me agobia y alcanza para que se oscurezca mi morada. Mi frente asoma por la reja para saber que estás, estrella, palara de mil picos que se rompe sobre mi cabeza, confetti de luz que me pronuncia, palabra que redime y me consuela.
Hace seis años había terminado el propedéutico de introducción para ingresar a la UNAM y estaba en espera de recibir los resultados del examen de admisión. Llegó mi aceptación y para enero de 2015 ya estaba ingresando a la plataforma para conocer mis materias y todo eso. Vinieron muchísimos días y noches largos y dificultosos debido a mis limitaciones con los programas para hacer las diversas tareas y cumplir con los tiempos de entrega. Mi vida social se redujo considerablemente y debí conformarme con hacer solamente una que otra lectura de poesía, pocos talleres, mantuve mi sala de lectura los miércoles, mi taller de bordado los martes y el Festival Internacional de Poesía una vez al año. Todo con tal de seguir hasta terminar la carrera de Psicología. Y sí, sabía que me tardaría pero a pesar de las dificultades no se me ocurría claudicar... hasta que vino el COVID y dio al traste con cuantos planes hubiéramos hecho. Yo esperaba que la universidad se pusiera a nivel y nos dejara entreg