Ir al contenido principal

Ojos de nubladas lunas

Sola, como cuando parí a mihija,
veo cómo la consumen la fiebre y los dolores.
Veo nubladas las lunas
de sus ojos lluviosos
siento su fina piel débil y ardiendo,
percibo su osamenta tenue.
Un terror me retuerce las tripas,
el mas grande de los miedos me atormenta.

Sola, sin compartir la pena
que no puede partirse,
como si fuera una condena
que me convierte en atlas con el dolor acuestas.

Tiene los rizos crispados
y las grandes pestañas como cortinas cerradas,
pequeña y descolorida en esa cama inmensa
cansada del tormento de espinas en la cabeza,
con los escalofríos de fiebre,
con sus equivocados temores
a perder la casa o e empleo
como si no fuera su vida lo que tiene en riesgo.

Como una niña que pregunta con los ojos,
con pasos lentos, vacilantes, pálida.
Así vive sus días mi princesa
bella aún como ninguna,
sin protestar por la comida
o el medicamento.

Ignoro lo que piensa
sobre la gravedad en la que estuvo.
Ella no se dio cuenta,
no vio pasar su vida en fracciones de segundo
ni tuvo tiempo de palpar el miedo.
Qué dicha, cuánto le agradezco a Dios
tener ese consuelo,
saber que esos momentos espantosos
no están entre sus pertenencias,
se me quedaron todos metidos como un sello
que en las noches cobra vida y provoca pesadillas
cuando me gana el sueño.

Esta tarde vi su rostro perfilado por la fiebre,
su cutis transparente y sus ojeras como océanos.
Esta tarde volvió a llenarse mi estómago de clavos
ante esa imagen atroz que me atormenta.
“Calma y fuerza”, me repetí desde el principio.
Tomé aire como cuando una va a saltar un precipicio
y así he vivido estas semanas.

“Mi hija va a estar bien” repito como mantra
mientras concilio el sueño
en el momento en que despierto
cuando preparo su comida
cuando cepillo sus cabellos.

Yo soy fuerte: soy madre.
Sé que puedo seguir hasta que vea de nuevo
sus ojos de luna llena sin llovizna,
hasta que escuche de nuevo
el cascabel de su risa,
hasta que sus mejillas de cirio
vuelvan a ser flores rotundas.

Yo soy fuerte: soy madre.
Esperaré lo que haga falta
para que esa enfermedad nos deje libres.
Y el Señor es conmigo: yo soy fuerte.




Ensenada, B.C., 12 de noviembre de 2008.

Comentarios

Lo que más te gustó

Poema para los niños migrantes

Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.

Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad

Recordando la vieja máquina de escribir...

Estoy fascinada porque un amigo me puso un programita en mi compu que hace que cuando escribo mis importantísimos asuntos, mi teclado suene como máquina de escribir... Es que recuerdo aquellos tiempos en los que las colegiaturas de mis hijos y nuestra manutención dependían de la velocidad y ritmo de ese mágico sonido... En esta foto, la imagen de la primera máquina eléctrica que me tocó usar, cuando llegué a la ciudad de México a trabajar en el Instituto de Ingeniería de la UNAM. Un tiempo después ésta fue mi favorita, la máquina de esfera, porque le podía cambiar los tipos de letra y hasta el color de la tinta porque había cintas de color sepia. Se me descomponía con frecuencia hasta que el técnico descubrió que yo era demasiado rápida al escribir y se trababa la esfera, já já. Además de trabajar en una institución, ponía anuncios en el periódico para mecanografiar trabajos. Desde luego lo más socorrido eran las tesis, hice muchas pero además me tocó hacer el directorio