
Ayer fue un día especialmente difícil para Paola y para nosotros. No fue posible que le pusieran la sonda por la nariz porque se lastimó mucho y sangró, con lo que no permitió que lo intentaran más de dos veces.
Por la tarde, a la hora de visita, el médico encargado del caso nos pidió que habláramos con ella para convencerla. Está harta de ser el conejillo de indias que cree que es desde que enfermó. Desde el 31 de octubre le han estado haciendo miles de estudios de los que ella no tenía idea. Su estrés ayer estalló y tuvo una pequeña crisis nerviosa cuando le pedimos que se dejara, porque dijo que no lo permitiría y que no le importaba morir si no le ponían la sonda.
Terminó la visita y ella no cambió de parecer a pesar del esfuerzo de su hermano para convencerla y a pesar de las miles de razones que le di para que accediera.
Héctor llegó a visitarla y también le estuvo platicando su experiencia al respecto, tratando de que viera que podía no ser tan traumático el evento, pero terminamos saliendo del hospital completamente desazonados y sin saber qué hacer.
Por la noche ella puso un mensaje por el teléfono diciendo que tenía miedo y no podía dormir. Nos pusimos Morris y yo al habla con ella por media hora, tranquilizándola y haciéndole ver que era menos molesto de lo que imaginaba.
Cuando el médico me dio el reporte durante la visita le pedí que le dieran un poco de sedante para que estuviera menos aprensiva, y hoy por la mañana recibí el mensaje de Paola diciendo que le dijeron que le inyectarían algo antes de volver a intentar, para que no se le cerrara la garganta como ayer.
Por la noche recibí un mensaje grabado en el celular: era encantador, enviado por el pequeño hijo de Nydia y Pier diciéndonos que rezaban a Dios para que Paola se curara. Miel para el corazón.
Mi amiga Maga, de Chihuahua, de regreso del Encuentro de Mujeres Poetas de Oaxaca, se presentó en el hospital para visitar a mi hija pero ya no alcanzó hora de visita y me dejó un mensaje en el teléfono de la casa.
Mañana se tendrá el resultado de una serie de análisis y recibiremos otros enviados por el papá de Paola para entregar a los médicos y ver si de una vez por todas se llega a un diagnóstico.
La noche fue pesada para todos, Paola no durmió tranquila, yo amanecí con tortícolis y Mauricio despertó con todas las cobijas revueltas. Pero aquí estamos, con la ayuda de todos los corazones que nos acompañan y el apoyo de la abuelita de Paola, que nos hace preparar diariamente la comida a la hora en que lo necesitamos, justo antes de salir hacia el hospital.
Lo dicho: la familia y la amistad son mis grandes tesoros.
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