Quién pudiera decir algo acerca de esto que vivimos: tiempos de contingencia, de pandemia, de aislamiento y por desgracia de miedo. Vamos como los ciegos dando tumbos por cada día nuevo, diferente, tratando de insertarnos a esta llamada nueva normalidad que nos toma por sorpresa y a la que con tanto trabajo nos acercamos. Nos preguntamos cómo será el futuro, cuándo volveremos a reconocer un rostro en la calle si solamente vemos cubrebocas. Nos preguntamos cómo van a crecer los seres que recién llegan, sin el acercamiento y el abrazo y tanta calidez que acostumbrábamos si vemos cuánta falta nos hace luego de pasar estos meses encerrados y aislados.
Y sí, así celebramos los cumpleaños: a distancia, frente a una cámara con un pastel individual y una vela que sólo puede ser soplada si nadie más comerá de ese pastel.
Nuevos tiempos y nosotros tratando de aprender a incorporar los nuevos accesorios: gel de alcohol, mascarillas, cubrebocas, atomizadores, cloro, desinfectantes, sana distancia... nuevos tiempos en los que en los restaurantes y en todo lugar se siguen nuevos detallados protocolos para evitar contagios, la afluencia se reduce notablemente, los manteles ya no pueden usarse, los menús están restringidos, la entrada es cuidadosamente revisada con termómetros y gel, los meseros son indistinguibles con sus mascarillas y cubrebocas cuando retiran los platos con una servilleta en la mano, y al terminar los comensales y abandonar la mesa, una nube de meseros se da a la tarea de desinfectar cada parte de la mesa y las sillas por todos sus ángulos.
Los sanatorios especializados para tratar la enfermedad covid pasan diez horas metidos en trajes aislantes que no les permiten ir al sanitario, les dejan las caras marcadas por los cubrebocas, lentes protectores, mascarillas que tampoco los dejan tomar agua, se deshidratan, se dejan la piel de las manos como jergas exprimidas por el uso continuo de los guantes y al terminar sus turnos muchos no van a sus casas para evitarle contagio a sus familias, duermen en sus autos y son sujetos de ataques arteros por parte de gente que les teme por estar tar cerca de los enfermos contagiosos, para vergüenza de la humanidad.
Así transcurre hoy la vida, con una debacle económica en el mundo debido a esa pandemia que nos tiene sumidos en la ansiedad, la incertidumbre, el insomnio, la compulsión por comer, el mal humor y todas esas cosas que provoca el encierro. Gente que prepara guisos en plena madrugada, gente que jamás había tomado una cuchara para cocinar ahora puede hacer pasteles o complicadas recetas, abundan los tutoriales para aprender todo tipo de cosas en videos.

Así es mi arribo a mi vuelta al sol número 65: llena de perplejidad, de intenciones de esperanza, con un poco de incertidumbre, de buen balance de los años pasados que me han dado lo suficiente para estar aquí, de pie, de cara al frente de un porvenir nuboso detrás del que, por fuerza, tiene que estar la luz.
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