
Ayer no hizo el frío que esperábamos, y tampoco cayó lluvia. Lo que llovió fueron fuegos artificiales, mi perro Estuardo no paraba de temblar por los tronidos.
A veces da la impresión de que la navidad no es mas que eso: millones de puntos de luz palpitantes delineando las casas de los que tienen la suerte de vivir bajo techo. De que la navidad no va más allá de las enormes filas en las tiendas y comercios, o un delicioso y excesivo banquete.
Creo que en general hemos perdido mucho el rumbo. Hemos llegado al punto de tener en nuestras manos el hueco de lo que fue la navidad, cuando los comerciantes o manipuladores no le habían colgado etiquetas con un precio. Nos dejamos llevar, corremos a comprar no importa qué, tenemos que sentirnos poderosos derrochando más de lo que tenemos.
Recuerdo cuando la navidad significaba tener la presencia de toda la familia, de los que vivían fuera de la ciudad, que llegaban contando cosas extraordinarias, que nos relataban cómo funcionan los elevadores o, más adelante, las escaleras eléctricas. Cuando todos mis tíos se volvían niños y hacíamos panes de lodo en el patio, jugaban con la pelota, salíamos a caminar de madrugada.
No me recuerdo desenvolviendo regalos y estoy segura de que aunque pocos, debió haberlos. Tampoco recuerdo alguna comida en especial. Recuerdo en cambio a mi abuelo tocando la guitarra, a toda la familia en el patio rompiendo las piñatas y a los niños esperando al final por su aguinaldo, esa canastita llena de dulces, nueces, silbatitos de barro, silbatos de plástico con forma de pájaros a los que se les ponía un poco de agua para que "cantaran" al soplarlos.
Y cómo olvidar las "Ramas", grupos de niños que se hacían maracas con corcholatas insertadas en un alambre, adornaban con globos y pazcle -heno- una rama de pino y salían a las calles cantando las canciones en donde pedían aguinaldo en cada casa. Siempre quise salir a cantar la Rama y no para recibir los dulces o dinero, sino para sentir que era parte de todo eso que ocurría en la navidad...
Paola finalmente fue a casa de su papá. Yo no salí de casa porque en la mañana me caí debido a que se me dobló un pie y por la noche ya tenía muy fuerte el dolor y no podía moverlo con comodidad.
Nosotros pedimos pizza -comí muchísima-, tomé una copa de vino y estuvimos viendo una serie que rentamos en la televisión. Una rutina cotidiana que pronto dejará de existir...
El día de hoy esperamos la visita del Güero y Lety que vienen de San Diego a dejarme unas cosas. Es alentador ver que una puede elegir a su familia: se elige estar con ella, acercarse en los tiempos difíciles, compartir las alegrías...
Por lo demás, mi hermano ha estado estable después de todo, aunque siempre con sus altibajos. Ya pasó su cumpleaños y acaba de pasar Nochebuena, así que estamos de plácemes contando con su compañía.
El día de hoy me antojo chocolate, tengo una reserva del que hicieron para mí en casa de Marisol, allá en Tezoatlán, y pienso convidarlo a la familia que viene...
En la foto mi obra "Árbol genealógico", para recordar que mis raíces vienen de lejos y son tan profundas que este cambio será como un otoño, y cuando acabe, mi follaje estará reverdecido y sano, y podré sentirme renovada.
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