
Pues tanto que me gusta que llueva que para que no me queje, está lloviendo dentro de la casa. Encontramos a la lluvia plácidamente instalada en el comedor pero sobre todo en mi estudio: en donde está la chimenea, en donde está mi escritorio, a un lado de la puerta. Las paredes están empapadas, mis cuadros puestos sin ton ni son a salvo de goteras, y el ambiente helado.
A través de la ventana puedo ver cómo las ráfagas de aire disparan a la lluvia como rehilete y la delgada palmera de enfrente parece bailar el ula ula...
Hoy me tocó ir a ver un departamento en el que muy probablemente viviré. No queda lejos de aquí y por lo pronto, no encontré ninguna gotera. Necesita el calentador de agua, el tanque de gas y la instalación para la lavadora. Tampoco tiene clóset así que habrá que inventar algo. La dueña parece accesible y más tarde veremos si hay algún arreglo...
Por lo pronto me encanta que la casa en que vivimos huele a café en cuanto uno llega de la calle. Es el olor del hogar, la calidez de tener un techo. Para estas temperaturas y estas lluvias, me alegra tener ese techo y el café...
Por otro lado, me llama la atención y me sorprende gratamente, que la gente haya tenido la conciencia de no excederse con los adornos navideños. El planeta nos agradeceré no encender los miles de foquitos acostumbrados. Ya sea la crisis o la depresión, me parece beneficioso evitar todas esas cosas que como dije antes, me parecen superficialidades. Poner un nacimiento es muy agradable y no tiene uno que gastar en luces.
Pero lo mejor es compartir con los amigos esa taza de café, un pan dulce, una película, un abrazo. Dar, pero dar de uno mismo y de a deveras...
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