


Paola pudo dormir un poco en el avión porque nos levantamos antes de las cinco de la mañana para estar a tiempo en el aeropuerto de Toluca. Al salir de la casa había siete grados pero al llegar a Toluca en cuanto sentimos el aire comenzamos a temblar de frío con todo y lo ensarapadas que estábamos.
El vuelo fue un poco incómodo porque estaba lleno de niños chiquitos a los que les dio por llorar al mismo tiempo. El de adelante tosió hasta vomitar al señor que estaba a un lado y los tres de atrás patearon nuestros asientos por las tres horas y media del vuelo.
Sé que a mucha gente no le gusta la lluvia. Ayer que llegamos estuvo lloviendo en el camino pero a mi me dio gusto. Porque estaba de regreso, porque venía con Paola y porque llegaría, al fin, a casa.
Para mí la lluvia nunca ha sido deprimente ni me impide salir a hacer cosas en la calle. Así es mi tierra, mayormente nublada y lluviosa, su nombre, Orizaba, significa "lugar en donde cantan las aguas", y estoy marcada por la lluvia. Sé que a veces paree que llorara el cielo y también sé que a veces es la lluvia la lágrima que quisiéramos dejar escapar. Pero aquí estoy, de todos modos, disfrutando de la lluvia.
Es momento para agradecer a mis lectores y amigos por tanto apoyo y atenciones ahora que ya estamos en casa. He de seguir necesitándolos a todos ahora que nuevas condiciones en mi vida me marcan un derrotero que por ahora me parece difícil ya que me veo precisada a buscar un lugar en dónde vivir sola...
Todo comienzo debería ser alentador aunque implique un final previo, y deseo con mucha fuerza poder ver así mi actual circunstancia.
Sin ustedes, amigos, sé que no lo lograría. Gracias a todos por estar aquí.
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