Parece mentira pero ayer hice cosas que me dí cuenta que no hacía desde hace mucho tiempo: salir sola con amigas. Nos fuimos a Tijuana al medio día, cuando terminé de dar clase, para hacer trámites para el viaje a Phoenix. Claro que platicamos mucho en el camino, nos reímos. La tediosa de entrada por La Gloria -que yo no conocía- no se sintió debido a nuestras conversaciones.
Una de nosotras iba de visita a ver a otra amiga y la dejamos en un punto. Seguimos las otras dos para hacer nuestros trámites. Nos equivocamos de caminos y de puentes varias veces pero estando juntas no fue grave. Cuando nos dimos cuenta estábamos en la línea para cruzar sin remedio. Resignación, diversión y desesperación por el tiempo consumido. Aprovechamos para visitar una plaza comercial, compré mis consabidos remedios para la piel del rostro y a regresar a intentar hacer lo que teníamos que hacer y para lo cual era el viaje.
Inútil al descubrir que se me había olvidado un papelito. Decidimos que no valía la pena esperar las dos horas de fila y preferimos ir a comer a un lugar que estuvo genial: comida deliciosa, cerveza de primera y ambiente padrísimo.
Terminamos de comer y fuimos a recoger a la otra amiga para regresarnos, ya a las siete de la noche. De nuevo el camino fue grato y divertido, nos pareció muy corto.
Es una pequeña cosa divertida que tenía mucho tiempo de no hacer al menos en esta ciudad, porque lo que es en Oaxaca, para qué les cuento...
Una de nosotras iba de visita a ver a otra amiga y la dejamos en un punto. Seguimos las otras dos para hacer nuestros trámites. Nos equivocamos de caminos y de puentes varias veces pero estando juntas no fue grave. Cuando nos dimos cuenta estábamos en la línea para cruzar sin remedio. Resignación, diversión y desesperación por el tiempo consumido. Aprovechamos para visitar una plaza comercial, compré mis consabidos remedios para la piel del rostro y a regresar a intentar hacer lo que teníamos que hacer y para lo cual era el viaje.
Inútil al descubrir que se me había olvidado un papelito. Decidimos que no valía la pena esperar las dos horas de fila y preferimos ir a comer a un lugar que estuvo genial: comida deliciosa, cerveza de primera y ambiente padrísimo.
Terminamos de comer y fuimos a recoger a la otra amiga para regresarnos, ya a las siete de la noche. De nuevo el camino fue grato y divertido, nos pareció muy corto.
Es una pequeña cosa divertida que tenía mucho tiempo de no hacer al menos en esta ciudad, porque lo que es en Oaxaca, para qué les cuento...
Comentarios