Acaso fuiste tú quien por la noche inquietó el sueño tranquilo de mi madre.
Acaso fuiste tú quien irradiaba ese calor a mis espaldas mientras escribía
en medio de la noche helada y sola. No podemos saberlo.
Pero sí en cambio, que eras tú el que padeció sin queja
hasta la última gota de tu cáliz.
Dice tu hija pequeña que al final viste la luz,
que tu memoria le aportó a tu corazón lo que antes no veía.
Y que te encomendaste a Dios pidiendo los perdones:
de tus hijos, de tu esposa, de tus padres.
No sé cuánto se sufra cuando a uno lo atraviesa un infarto en el miocardio
pero entiendo que no sufriste mucho.
Le agradezco a la vida que pudieras marchar por fin en paz
que tu último viaje ya no llevara cargas indeseadas,
que tu estancia en donde estés permita las visitas
y acudas a nosotros para darnos lo que antes nos negaste.
Acaso fuiste tú quien irradiaba ese calor a mis espaldas mientras escribía
en medio de la noche helada y sola. No podemos saberlo.
Pero sí en cambio, que eras tú el que padeció sin queja
hasta la última gota de tu cáliz.
Dice tu hija pequeña que al final viste la luz,
que tu memoria le aportó a tu corazón lo que antes no veía.
Y que te encomendaste a Dios pidiendo los perdones:
de tus hijos, de tu esposa, de tus padres.
No sé cuánto se sufra cuando a uno lo atraviesa un infarto en el miocardio
pero entiendo que no sufriste mucho.
Le agradezco a la vida que pudieras marchar por fin en paz
que tu último viaje ya no llevara cargas indeseadas,
que tu estancia en donde estés permita las visitas
y acudas a nosotros para darnos lo que antes nos negaste.
Comentarios