
Escóndete, avergüénzate de todo,
era la voz que me decía cada mañana
que era difícil comenzar y que para olvidarlo
tendría que ser como un coloso
montado en alas de una mariposa.
Nada más débil e infeliz que las lágrimas
no deberé tener ese consuelo.
Un corazón de hierro la máscara y la risa
serán mis poderosas vestiduras
para batirme con los dragones de la vida.
El miedo se agazapa entre mis venas
pero lo hago callar y marco el paso.
Abro la marcha a corazón batiente
escuchan mis oídos su latido.
Avanzo paso a paso por guijarros
empino las colinas me mojo los zapatos.
Entro en terrenos de paso redoblado
debo correr más rápida y precisa
antes de convertirme en presa o en olvido.
Ya me sangran los pies y no hay descanso
la ruta es evasiva.
Cuando confundo los caminos me detengo
a recibir el golpe que me enseñe
cuál es la línea que marca mi destino
A veces hay refugios donde duermo
donde paso la noche de mi tiempo.
Por eso habito con más entrega el sueño
donde todo lo creado es inestable pero firme
donde hay sandías azules y no soy madre
ni soy hija mujer ni hada ni nada.
Me deslizo feliz etérea inalcanzable
nada me duele nada cuesta nada acaba.
Tenga un buen día dame un beso toma el agua
los diálogos no importan
es el sentido lo que dice cosas.
Avanza para atrás recoge lo que encuentras
partido en mil pedazos
eres fragmento aún
vendrán más particiones
hasta que ni siquiera de tus huesos
quede memoria alguna
ni tiempo con tu nombre.
En la foto, el cuadro que comencé a bordar cuando Pablita estaba en el hospital.
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