Jueves 13 de junio
A estas alturas ya tengo más idea de cómo son los espacios de mi nueva casa gracias a la óptica de Iris: la cocina no me alcanza pero la hicimos crecer pidiendo que retiraran esa campana de taquería que habían dejado puesta y que me hizo doler la cabeza. Sí, claro que deseaba una campana con extractor arriba de la estufa, pero lo que puso el casero era grotesco e incisivo, no podía poner ni un mueble. Ayer instalaron internet, ya había electricidad y compré el gas cuando pasó el camión.
Por las mañanas, cuando cantan toda clase de pájaros, viene la señora que vende jugo de naranja a 26 pesos el litro. Más tarde pasa el de los tamales cernidos y rancheros, que cuestan ocho pesos y son deliciosos. También he visto que entregan leche en la casa de enfrente y por las noches pasa un señor que vende pan. Hoy escuché al que vende periódico, El Mundo de Orizaba.
La presencia de Iris ha sido invaluable, no tengo con qué pagar lo que hace para ayudarme, es una hermana que la vida puso en mi camino para no separarnos. Ha trabajado como si estuviera a sueldo, y me ayuda a ver ángulos de la casa que pueden ser ocupados de manera creativa. La voy a extrañar mucho por tanta compañía, tantas risas, tantos apuros y tanta vida que compartimos, pero sé que puede que no sea por mucho tiempo, ya dirá la vida. De todos modos, somos indisolubles, me conoce tan bien que no paró hasta encontrar espacio donde poner mi escritorio viejito, el que me ha acompañado durante todo el tiempo que he estado estudiando la carrera y que pensé que tendría que deshacerme de él. Movió cajas y cajas, midió, modificó y por fin lo puso en un lugar que es como si fuera especial para él, para mí que voy a seguir estudiando por siete materias más para terminar esta otra aventura de estudiar psicología.
Los aguaceros llegan por la tarde. El de hoy lleva buen rato cantando con su ronca voz, apaciguando las horas y limpiando calles. Bambi mi perrita se niega a salir cuando llueve, si está en el auto se refunde y si está en la casa igual, y cuando empiezan a caer las primeras gotas densas, ruidosas, sale corriendo para ver de qué se trata el ruido; hace lo mismo cuando las palomas intentan anidar en el patio y aprendió a azuzarlas para que se vayan porque ve que salgo rauda cuando las escucho, armada con el palo largo con punta de cepillo para quitar telarañas. A la vecina de junto se le meten al pasillo de su casa para comer las croquetas del perro y no pienso permitir esa osadía.
En fin, hay una explosión de sabores y colores, de cosas nuevas a las que acostumbrarse y por las que agradezco infinitamente desde mi corazón.
La única verdadera preocupación es que mi hermana Sandra regresó a las urgencias en La Raza y de ahí de nuevo la trasladaron a piso, en Especialidades. Toda la familia y amigos estamos en oración por su salud, confiamos en ser escuchados.
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