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Bitácora del día siguiente


Domingo
Escuché la llave de la puerta, voz de hombre y que abrieron. Me levanté de un saldo preguntando si había alguien ahí, busqué la escoba y me dirigí a las escaleras para ver qué pasaba. ¿El dueño que trajo a los trabajadores? ¿Pero cómo si ya sabe que estamos aquí? ¿se metieron ladrones? así giraba mi cabeza antes de descubrir que esos sonidos habían sido en la casa de enfrente. Eran las seis de la mañana, así que aproveché para tratar de averiguar por cuál parte de la casa entraría el sol, pero recordé que mi amiga vecina comentó alguna vez que desde su casa se veía el volcán, el Pico de Orizaba, así que me asomé por la ventana de la sala y ahí estaba. Subí corriendo las escaleras para ir por el celular y tomar fotos, fascinada, desde la banqueta. Para donde miro hay cerros verdísimos y para rematar, mi volcán desde mi casa.
En el patio zurea una paloma que me mira inquieta y desconfiada. Lamento saber antes que ella que no podrá hacer su hogar aquí. Va y viene intermitentemente para dejarme saber que no soltará fácilmente su territorio. Urge y superurge la fumigación.
Irina duerme como un bendito desde anoche que nos acostamos, qué privilegio. Yo ansío una taza de café que no se hará realidad por el momento. En pocas horas llegará mi mudanza y seguirá la movedera, hay que averiguar si el tráiler con mis cosas puede entrar a esta calle que es angosta, y bajar mi auto con grúa, además de buscar a los cargadores que desalojen el camión.
Sigo tomada por las emociones, pero desde ayer se me ha disminuido la ansiedad.

9jun 2019

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Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.

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Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad

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Estoy fascinada porque un amigo me puso un programita en mi compu que hace que cuando escribo mis importantísimos asuntos, mi teclado suene como máquina de escribir... Es que recuerdo aquellos tiempos en los que las colegiaturas de mis hijos y nuestra manutención dependían de la velocidad y ritmo de ese mágico sonido... En esta foto, la imagen de la primera máquina eléctrica que me tocó usar, cuando llegué a la ciudad de México a trabajar en el Instituto de Ingeniería de la UNAM. Un tiempo después ésta fue mi favorita, la máquina de esfera, porque le podía cambiar los tipos de letra y hasta el color de la tinta porque había cintas de color sepia. Se me descomponía con frecuencia hasta que el técnico descubrió que yo era demasiado rápida al escribir y se trababa la esfera, já já. Además de trabajar en una institución, ponía anuncios en el periódico para mecanografiar trabajos. Desde luego lo más socorrido eran las tesis, hice muchas pero además me tocó hacer el directorio