Domingo
Escuché la llave de la puerta, voz de hombre y que abrieron. Me levanté de un saldo preguntando si había alguien ahí, busqué la escoba y me dirigí a las escaleras para ver qué pasaba. ¿El dueño que trajo a los trabajadores? ¿Pero cómo si ya sabe que estamos aquí? ¿se metieron ladrones? así giraba mi cabeza antes de descubrir que esos sonidos habían sido en la casa de enfrente. Eran las seis de la mañana, así que aproveché para tratar de averiguar por cuál parte de la casa entraría el sol, pero recordé que mi amiga vecina comentó alguna vez que desde su casa se veía el volcán, el Pico de Orizaba, así que me asomé por la ventana de la sala y ahí estaba. Subí corriendo las escaleras para ir por el celular y tomar fotos, fascinada, desde la banqueta. Para donde miro hay cerros verdísimos y para rematar, mi volcán desde mi casa.
En el patio zurea una paloma que me mira inquieta y desconfiada. Lamento saber antes que ella que no podrá hacer su hogar aquí. Va y viene intermitentemente para dejarme saber que no soltará fácilmente su territorio. Urge y superurge la fumigación.
Irina duerme como un bendito desde anoche que nos acostamos, qué privilegio. Yo ansío una taza de café que no se hará realidad por el momento. En pocas horas llegará mi mudanza y seguirá la movedera, hay que averiguar si el tráiler con mis cosas puede entrar a esta calle que es angosta, y bajar mi auto con grúa, además de buscar a los cargadores que desalojen el camión.
Sigo tomada por las emociones, pero desde ayer se me ha disminuido la ansiedad.
9jun 2019
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