Miércoles 19 de junio
¡Qué rápido pasan los días! Ya voy a cumplir dos semanas aquí y siento que apenas me estoy bajando del auto.
En esta semana he tenido tiempo de darme cuenta de que hay muchas palomas en los alrededores y al parecer en toda la ciudad. En casa el patio está totalmente arruinado porque mientras estuvo desocupada vinieron a anidar, lo que destruyó el piso. Desde que estoy aquí he visto que si dejo abiertas las ventanas, encuentro sus desechos en el trastero de la cocina y en el plato de Bambi.
Es una batalla intentar alejarlas: en cuanto las escucho salgo disparada con la escoba para azuzarlas, pero el techo del patio es tan alto que me miran nomás, seguro muertas de risa. Entonces tengo otra arriba, en la terraza, y desde ahí las sorprendo escoba en ristre y ahí sí salen volando.
He ido al mercado a buscar pistolas de agua y no encuentro, creo que es un arma que me conviene en este caso. También he pensado en comprar una veleta para que cada que se mueva las asuste pero ya nadie sabe qué es eso y no sé dónde se consiguen, naturalmente por el momento yo no puedo ponerme a fabricar una, qué ganas de estar cerca del Dr. Roberto Machorro que tiene la afición de hacerlas muy bonitas para que me cediera una con aspecto terrorífico que alejara a las palomas.
Me comentó mi primo que en varias casas y negocios están poniendo redes para que no se posen las palomas en las casas, y dijo que un día, a la altura de San José, vio cómo un halcón volaba en las cercanías y una parvada de palomas se elevó, lo rodeó y no paró hasta alejarlo.
En los atrios de las iglesias los curas recomiendan a la gente y a los niños no darles alimento a las palomas porque entonces nunca se van.
Cuando comía, escuché una conversación en la calle, era una niña diciendo a su padre que su mamá dijo que las palomas son una plaga y que tienen que poner una red…
Y mientras escribo escucho el zureo de ese par de palomas que sigue intentado hacer nido en mi patio, compermiso, voy por la escoba, me urge mi pistola de agua.
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