Tímidamente, diría yo, pero constante. No tiene la gran voz de los aguaceros de mi tierra, el ímpetu rugiendo por las calles o veredas en los bosques. Pero en cambio su murmullo arrulla, nutre, consuela de la sed a esta tierra reseca y poco verde...
También provoca a buscar el calorcito, meter la cara en el vaho del café, encender velas, comer con los amigos alrededor de la mesa.
¡Ah, la lluvia!, siempre vida, siempre en mi vida.
También provoca a buscar el calorcito, meter la cara en el vaho del café, encender velas, comer con los amigos alrededor de la mesa.
¡Ah, la lluvia!, siempre vida, siempre en mi vida.
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