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Novedades en casas ajenas...

Se queda una en una casa distinta, con sonidos y olores diferentes, y un poco cohibida  por no conocerla tan de cerca y sin embargo estar ahí metida, sola y a sus anchas...
Para apagar al silencio, busco el aparato de radio. Desconozco, entre toda la gama de aparatitos idénticos que veo, cuál será el que me permita escuchar voces o música. Encontré uno que, luego de conectarlo ya que en esta casa tienen la muy saludable costumbre de desconectar los aparatos cuando no se usan, prende unas lucecitas que indican CD... y de ahí o pasa. He oprimido todos los puntos, luces, botones y cuanto he calculado que sirva para poner el radio y nada... Y esto fue luego de usar la computadora prestada de la casa, en la que nomás no hubo modo de poner radio por internet, ya saben que estoy prendida de PlayMistyForMe y eso tampoco pudo ser porque no supe cómo rayos hacer que sonara la computadora, que es absolutamente muda. Entonces me resigno y pienso que bueno, quizá un poco de tele no me descomponga tanto mientras no ponga noticias, y veo otro aparato, ahora sí terrorífico por la cantidad de botones y luces que tiene, y no encuentro cómo ver la tele...
Eso me remite a los años ochenta, cuando comencé a rezongar porque salieron licuadoras con montones de botones, y máquinas de coser que igualmente, hacían cuantísima cosa, cuando yo lo único que quería en la lavadora y en lo que fuera, era un botón que indicara prendido o apagado... Así que aquí estoy, escuchando el ruido de los motores de los autos, tratando de entonar una canción para acompañarme en este día en que me toca quedarme sola hasta la noche...
Ya lo ven, no estoy hecha para la modernidad... ¡me rebasaron los aparatos electrónicos!

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Poema para los niños migrantes

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