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Otra vez

La esperanza es un brote que aunque a veces no lo podamos ver, constantemente germina y reverdece. Es tan pródiga que el más leve motivo la impulsa a salir a la luz, buscar al sol que la alimente, al aire que la ponga a respirar.
Así me pasó anoche, al ver una fotografía de hace muchos años. Me vi joven y llena de ilusiones, viviendo un momento intenso de mi vida y pensé que ya no soy esa, pero sé que soy la misma por debajo de las marcas en la piel o por encima de mis dolores de huesos. Soy la misma porque aún tengo ese corazón que palpitaba en busca de la vida y del amor. Soy la misma porque sigo siendo tierra donde se sueña y siembra. Soy la misma de hace veinte años, con ese joven corazón, con algunas ideas más claras, con ciertos miedos ya vencidos y con muchos pasos caminados pero con más por andar.
Entonces dormí suave el poco sueño que me dio mi dolor de columna como tregua, dormí mecida en ese ayer que ahora me da forma, en ese amor que todavía me cobija.
Y desperté con dolor, pero con savia.

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