Oh dolor de dolores: el domingo sucumbió ante la arremetida de un dragón.
Tuvo una vida dedicada al trabajo con actitud incondicional: en cualquier circunstancia, bajo cualquier clima o situación extrema.
Tuvo caídas que parecían acabar con su vida y se recuperaba. Pasó por manos de muchos niños que la usaron para hacer sus trabajos.
Su penúltima caída fue en Huajuapan: se me fue de las manos durante un tropezón y se le salieron las tripas, quedó inmovilizada y tuve que llevarla a curación de emergencia.
Por ella pasaron cientos de rostros de los niños de todos mis talleres: niños cercanos y lejanos, niños olvidados, maltratados o felices, enclaustrados o libres... Montones de momentos especiales por el color de la luz, por los espacios, los lugares, los hallazgos.
Oh dolor contemplarla triturada, descuadrada, destruida. Me entregó sus seis años de vida. Su testimonio está en mi álbum fotográfico, tan enorme que se come la memoria de mi computadora.
Sus restos permanecen en una mesa de comedor: mi cámara es ahora un objeto que ya no tiene funciones, ya no sirve, es inútil que yo siga soñando en estos días que todavía toma fotos aunque salen con una luz extraña...
Y ni siquiera tengo su foto.
Tuvo una vida dedicada al trabajo con actitud incondicional: en cualquier circunstancia, bajo cualquier clima o situación extrema.
Tuvo caídas que parecían acabar con su vida y se recuperaba. Pasó por manos de muchos niños que la usaron para hacer sus trabajos.
Su penúltima caída fue en Huajuapan: se me fue de las manos durante un tropezón y se le salieron las tripas, quedó inmovilizada y tuve que llevarla a curación de emergencia.
Por ella pasaron cientos de rostros de los niños de todos mis talleres: niños cercanos y lejanos, niños olvidados, maltratados o felices, enclaustrados o libres... Montones de momentos especiales por el color de la luz, por los espacios, los lugares, los hallazgos.
Oh dolor contemplarla triturada, descuadrada, destruida. Me entregó sus seis años de vida. Su testimonio está en mi álbum fotográfico, tan enorme que se come la memoria de mi computadora.
Sus restos permanecen en una mesa de comedor: mi cámara es ahora un objeto que ya no tiene funciones, ya no sirve, es inútil que yo siga soñando en estos días que todavía toma fotos aunque salen con una luz extraña...
Y ni siquiera tengo su foto.
Comentarios
Espero que el duelo sea pasajero.
Un abrazo,
OA