Como el llanto de un bebé, como los ojos de los cervatillos, la mansedumbre de los perros: así de cierto es que para tener estos tesoros es necesario haber amado con ternura de gorrión y con caricias de pantera. Haber vivido los momentos más dulces, las ácidas palabras de abandono, la fiera dentellada: soledad.
Poder amar con la cabeza llena de pájaros y flores, el corazón galopando en las nubes. Con los dedos crispados, con labios escocidos. Haber permanecido pendiendo de un recuerdo como hilo de cometa, haber quemado los pulmones con el aire punzante de la desazón: haber amado.
Ese es el pasaporte hacia este punto en el tiempo, hacia este lento deslizar de lo viscoso y dulce que de vez en cuando mana del corazón como un quebrado cielo.
Fotografía: "Nuda", monotipo. Liz Durand
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Te dejo un fuerte abrazo.