Por la mañana desperté temprano, luego de que anoche, ya casi para dormir, el dolor había disminuido lo suficiente para que yo descansara.
Lo primero para mí era llamar a Guadalajara para hacer averiguaciones sobre el paquete con el libro de muestra, pero recordé que tenía que buscarlo aquí en Ensenada, así que tendría que esperar a que dieran las nueve de la mañana para iniciar pesquisas.
Como anoche estuve acicalando mi colección de muñecas, había puesto a remojar alguna de su ropita que con el tiempo se ensució, así que me puse a lavarla y me dio una sensación curiosa y alegre ver el tendedero cuando la puse a secar. Nótese que el suetercito naranja lo confeccionó mi madre para una muñeca que me regalaron creo que cuando andaba cumpliendo 40 años. De pronto estaba yo convertida en un ser gigantesco, manipulando unas prendas diminutas, y eso me hizo sentir tan poderosa, sin contar con la otra, la verdadera razón por la que me sentí de esa manera: NO tenía dolor.
Café y pan dulce del que me trajeron Alex y Merino, y ¡al fin! la llamada a la paquetería. Pero no, ahora habría que esperar hasta las 10:30 que llegara el camión.
A las once de la mañana yo ya estaba en la oficina, me resolví a ir manejando atenida a que no es lejos, y pude al fin recoger la tan ansiada muestra por la que estuve esperando desde el martes. Llegué precipitadamente a casa para revisarla y entonces sí, llamar a Guadalajara para autorizar la impresión.
Pero para que se arranquen con eso, hay que pagar, y ahí empezó otro problema: volver a conducir a los dos bancos para poder hacer el pago ya sería muy temerario de mi parte.
Iris no era opción porque me había llamado antes diciendo que dos llantas de su auto estaban rotas. Busqué a Merino al celular y no hubo respuesta. Entonces, haciendo gala de esta red de amigos con que cuento, busqué a Yadi, a quien por dicha encontré y ella me hizo favor de llevarme a los bancos y a casa de regreso, donde nomás llegando marqué a Guadalajara para avisar del depósito.
A las tres de la tarde tenemos una comida con mole poblano que nos trajo María, con una lectura entre nosotras, previa a la del día primero de octubre en la Feria del Libro Técnico del Poli. Desde ahorita voy a descansar en espera de Iris que llegará para irnos en mi coche. Pero la emoción de todas estas horas de trabajo de parto no se me quita con nada, por eso quise compartir...

Café y pan dulce del que me trajeron Alex y Merino, y ¡al fin! la llamada a la paquetería. Pero no, ahora habría que esperar hasta las 10:30 que llegara el camión.
A las once de la mañana yo ya estaba en la oficina, me resolví a ir manejando atenida a que no es lejos, y pude al fin recoger la tan ansiada muestra por la que estuve esperando desde el martes. Llegué precipitadamente a casa para revisarla y entonces sí, llamar a Guadalajara para autorizar la impresión.
Pero para que se arranquen con eso, hay que pagar, y ahí empezó otro problema: volver a conducir a los dos bancos para poder hacer el pago ya sería muy temerario de mi parte.
Iris no era opción porque me había llamado antes diciendo que dos llantas de su auto estaban rotas. Busqué a Merino al celular y no hubo respuesta. Entonces, haciendo gala de esta red de amigos con que cuento, busqué a Yadi, a quien por dicha encontré y ella me hizo favor de llevarme a los bancos y a casa de regreso, donde nomás llegando marqué a Guadalajara para avisar del depósito.
A las tres de la tarde tenemos una comida con mole poblano que nos trajo María, con una lectura entre nosotras, previa a la del día primero de octubre en la Feria del Libro Técnico del Poli. Desde ahorita voy a descansar en espera de Iris que llegará para irnos en mi coche. Pero la emoción de todas estas horas de trabajo de parto no se me quita con nada, por eso quise compartir...
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