
Mia manos sueñan que siembran
El gorjeo matutino que hace cundir la mañana como fresco manto de tréboles se estaciona en el aire azul de la primavera. Zumba la vida, reverdece la hoja, el tronco tiene nueva savia. En el pasto la vida nace y se repite minúscula, escondida, portentosa. Debajo de cada hoja existe el mundo pequeño y nunca quieto del insecto. Las cochinillas sitian como canicas las macetas; las libélulas desfilan elegantes, lisonjeras. Las matas de ilusión trepan al tronco yerto de la higuera, anudan su circunferencia tosca y seca. Generosos, lo geranios sempiternos compiten en esplendores. Ficus proyecta su sombra como hermano mayor del jardín. Desde su incipiente altura saluda al penacho moteado del croto que aún bosteza de su sueño invernal.
Siguen gorjeando los pájaros que como como columpio, como globero, como gato. Trina el jilguero y en el aire, mecidas con los trinos, las pelusas invisibles portadores de vida, las motas germinales que cumplen otra vez la misma cita.
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