
Sigo por esta ciudad, tirana encantadora, y no podía regresar a Ensenada sin visitar la tan sonada exposición del fotógrafo Colbert. Más allá de si las fotos están trucadas o no y más allá de la visión engañosa o falsa que algunos dicen que tiene, yo me concentré exlusivamente en las imágenes. La belleza con que se nos presentan es pasmosa y conmovedora, con gran plasticidad. Me quedé con resonancia en la cabeza y durante la noche me levanté a escribir lo que ahora comparto:
En el Ganges
El animal flota en el agua, mueve las patas como si caminara levantando un arpegio de espumas que lo envuelven. Las enormes pezuñas son ingrávidas enel fondo lechoso de las aguas. La costra de su piel se nutre, nada con sus arterias, trompa, orejas. Se desvanece su tosca corpulencia entre la densidad del agua que lo mece.
Una lágrima de pasmo lo guarda en mi memoria, en el arcón de cosas increíbles que un día miré, o que soñe una noche.
Desierto
Acariciar el lomo hirsuto de la estepa
escuchando la carcajada de las hienas
subiendo los peldaños de un elefante viejo
que se tiende en las ruinas de la arena...
Acercarme a un atardecer enrojecido
por tempestades de oro del desierto,
sentir polvo entre los dientes,
plumas de aves en la piel,
los pies entre la costra de las piedras
y en la nariz aire de fuego.
Después, sentirme niña o ángel
con alas despuntando en mis extremos,
semejante a las águilas soberbias
que cazan en el aire sueños.
Comentarios
Patricia