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Un poema que viaja del pasado

Este poema fue escrito hace muchos años, y el autor me lo ha dedicado. Lo comparto por su belleza como homenaje a los afectos que perduran.

Los mínimos rituales

Uno
No me han abandonado
ni el sediento malvón ni los alpistes.
Seguro el colibrí bebe inocente.
Mas conozco otras aves
que se echaron candado por sí mismas.
Desconfían de estos mínimos rituales
y aguardan congelados tu regreso.

Dos
Empezó a llover cuando te fuiste
pero no me sorprende.
Ya guardaban mis ojos
un niño desarmable con enormes pulmones
y un chorro de jabón entre las manos
para arrojarlo al vidrio
en caso de obstinada transparencia.

Tres
Han dicho que encontraron la olla intacta
y esta vez han metido a los gnomos en su caja.
Que no hay necesidad de gallinas doradas,
que alzaremos estrellas cuando llueva,
que encenderemos rostros como recién nacidos
y tendremos palomas para siempre.
Yo mejor me reservo:
los milagros no salen
si tu voz no los llama por su nombre.

Cuatro
Ojalá vengas pronto para ver
los surcos que se adentran por mis manos.
Junto con la severa recta que separa
los sueños de las cifras
hay otra línea larga con tu nombre.

Cinco
Tu adiós tenía un sabor
de salado metal ahogándose en las nubes.
A partir de esta línea
perseguiré tu nombre
por la arena de toda la ensenada.

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