-Pero todo va a estar bien- dijo ella soltando la prolongada bocanada de humo mientras dejaba errar su mirada hasta un punto en el que se detenía perdidamente. Y eso lo decía porque francamente ya se estaba asustando con las coas que veía. Primero una pelirroja gorda en medio de la recámara, luego un individuo vestido de mormón y en seguida lo más pertubador, que era ver que las botas de ante gris vibraban rápidamente, o que el papel con que se envuelven los regalos formó por sí mismo una especie de cabeza de culebra que en cierto momento pareció hacer ¡pop! y fue en el momento en el que dijo -pero todo va a estar bien-, se cubrió con la cobija como como si fuera el aliento de una chimenea y se durmió.
Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...
Comentarios