
Antes de dormir, ya en cama, leí varios poemas de Olga Orozco en voz alta, cosa que hago de vez en cuando. Es lo primero que me piden sus poemas; alzar la voz. Siempre va por delante mi favorito: "La cartomancia". Termino sacudida por su fuerza, por sus imágenes apocalípticas. Así dice un fragmento:
...Cuídate del amor que es quien se queda.
Para hoy, para mañana, para después de mañana.
Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas"...
Después descubrí "Con esta boca, en este mundo". Tiene imágenes impresionantes y de una contundencia desoladora. La poeta es una bárbara que nos atraviesa con todas sus palabras para que no quedemos sin saber cómo es que se desvena cada vez que escribe alguna letra:
..."Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido,
porque ¿cómo nombrar con esta boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?"...
Y cada cada que la leo yo me pregunto ¿Pero qué tiene est mujer, qué tiene? Sus versos no son un guante de seda como nos dice en "La mala suerte", en donde la tragedia podría mover a risa, por exagerada.
Me faltaba enfrentarme a "Un relámpago, apenas", que comienza:
"Frente al espejo yo, la inevitable:
nada que agradecer en los últimos años, nada, no siquiera la paz con las señales de los renunciamientos,
con su color inmóvil"...
La lectura nos coloca en medio del azogue que se destiempla y se convierte en oleaje detrás del vidrio. Somos reflejo del espejo.
En el "Himno de alabanza" expresa la celebración de la vida y agradece a su cuerpo, a sus sentidos, y más aún, cálidamente, a la hormiga y la torcaza, a una brizna en el viento, a su silla -¡por Dios!-, la ráfaga y la lluvia.
Y en el último párrafo me quiebro, no puedo controlar la voz, que se me espesa en lágrima y latido con arritmia porque esas letras y vocablos me hienden como filos de escarcha, y desde los tres ríos de lágrimas que sueltan cada uno de mis ojos me pregunto: ¿Pero qué tiene esta mujer, qué tiene?
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