Antes de que se me olvide tengo que comentar acerca de lo que estamos viviendo económicamente en el país. Increíblemente, en mi caso y el de muchas personas que conozco, pagamos un dineral por concepto de consumo eléctrico sin que sepamos por qué y sin que sirva para algo la visita de inspectores tras inspectores que vienen, revisan, apuntan, se van... y todo sigue igual, no disminuye el monto del recibo.
Y desde luego que eso no es todo, ya habrán visto los aumentos galopantes y solapados en las tiendas, pero eso sí, nuestro espurio en turno avisó que bajan las tarifas de electricidad para la industria, y nosotros bien gracias...
Sabemos bien las condiciones de pobreza que vivimos en la mayor parte del país, y precisamente lo comento porque me invitó una señora a participar en eso de dar regalos de reyes para los niños de algunas colonias marginadas. Le dije que me apuntara y cuando me dio la cartita de una niña de once años me acordé de mi propia infancia y lo que más tristeza me dio es ver que sigue habiendo niños en esas condiciones.
Me explico: en su cartita la niña solicitó: una falda y blusa escolares, zapatos y calcetas y el suéter del uniforme. Ah, y si se podía, una despensa. Eso era todo. Ninguna golosina, ni un juguete ni nada para su diversión.
Es lo que me enfurece y amarga cuando veo que para alguna gente el desperdicio es cosa natural, o que vive en una burbuja desde la que no se da cuenta cómo vivimos la mayor parte de las personas en este país.
Por eso, por eso sigo concentrándome en soñar el autobús amarillo que va a llegar a esos lugares en donde los niños no conocen las crayolas...y sé que más temprano que tarde, comenzará a rodar.
La ilustración fue hecha por una de mis alumnas de Monterrey...
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