Sí, ya sé que mañana me inscribo al último semestre de la carrera y que tengo que estructurar mi documento recepcional y todo eso... pero verlo ya tangible en una hoja de papel que me mandó mi directora, es otra cosa. Desde que abrí el documento se me aceleró el corazón y no me para, y ando con un nudo en la garganta.
Cuando era niña y leía todo lo que encontraba que tuviera letras, me di cuenta de que ir a la Universidad era algo muy importante, porque se aprendía no sólo la carrera que uno eligiera, sino muchas otras cosas que iban formando a las personas con una conciencia del mundo y de sus semejantes y así, según las conversaciones que leía. Además me daba cuenta de que los universitarios inspiraban mucho respeto, y eso era algo que definitivamente yo necesitaba.
Sin embargo, apenas terminada la primaria mi padre me retiró de la escuela, lo que seguía sencillamente no era para mujeres y debería ocuparme de la casa y atender a mis hermanos. Claro que tuve que obedecer a regañadientes. Claro que me fui de la casa. Claro que no pude seguir estudiando... y claro que NUNCA me saqué de la cabeza la idea de ir a la Universidad. Específicamente a la UNAM. Años después cuando trabajé en el Instituto de Ingeniería en CU me daba orgullo que me confundieran con una estudiante y me seguía prometiendo que algún día lo sería...
Bueno, pues fueron años y años, me casé, tuve hijos, me descasé, anduve rolando por el mundo y un buen día dije ¡ya estuvo! que me pongo a estudiar la secundaria para adultos allá porlos noventa. Pasaron años para que pudiera estudiar la prepa abierta y al fin creo que por el 2012 hice el examen de CENEVAL para la prepa... pruebas superadas para poder aspirar a entrar a la UNAM.
A finales de 2014 quedé inscrita, y esa emoción es comparable con la de este día al recibir el documento que envió mi profesora. ¡Estoy terminando mi carrera! Estoy encantada con todo lo aprendido, con todo lo que he podido abrir mi mente para averiguar más cosas, con la relación que he podido entablar con algunas profes y compañeras, que son contadísimas pero de gran valor.
Así que me apresuro como siempre a compartir esto que no me cabe en el pecho, una campana que repica diciendo "¡lo lograste"! y aunque nadie tiene comprada la vida -mucho menos en estos tiempos- aunque ya no estuviera para enero o febrero, nadie podrá decir que no terminé lo que inicié.
Vaya que fue difícil, vaya que fue cansado. Pero ya saben que nunca tiro la toalla, de modo que aquí estamos, compartiendo este logro, porque ¿qué habría hecho sin todas, sin todos ustedes?
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