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Goteras

Apenas pasando las cuatro de la mañana se soltó un aguacero de Padre y Señor mío que me despertó sobresaltada. No, ya estaba sobresaltada en el sueño porque ya tiene tiempo que sueño o que alguien que no deseo queme vea me busca o persigue, o que debo llegar a algún lugar y no encuentro cómo.
Justamente estaba yo en mi sueño tratando de evadir que alguien me encontrara. En todos los sueños quienes me persiguen son desconocidos en la vida real y nunca recuerdo ya despierta cómo eran o cómo se llamaban o alguna característica que me permitiera relacionarlos con algo. Pero no es necesario en todo caso conocer ese detalle para saber que estoy mortificada por algo, quizá por el pasado, quizá por la pérdida, quizá por la incertidumbre...

Generalmente recuerdo con detalle mis sueños que siempre han sido muy elaborados y larguísimos, pero de un tiempo a acá o no los recuerdo o sólo fracciones pequeñas o quizá sólo la sensación -como en los últimos casos- de persecución.
Debo retomar mi tradicional costumbre de anotarlos al despertar porque con la mudanza todo se alteró, no sé dónde está la libreta de los sueños y aunque cuando despierto repaso mi sueño y me propongo anotarlo después, su materia evanescente acaba por desaparecer de mi memoria.

Escribo todo esto luego de correr a buscar con qué tapar mi estación de trabajo con impresora, computadora y demás, que para colmo es donde caen las goteras que desde que vinieron a cambiar el trahgluz me hacen la vida de gotitas sin que el casero tenga el menor remordimiento y mucho menos alguna consideración.


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