Tac-tac van sonando mis pasos. Mi propio corazón no me deja escucharlos, simplemente adivino. Tac-tac, sé que pronuncian mis zapatos conversando con la duela, recuperando una plática interrumpida. En el autodescanso me detengo a contemplar el tiempo vestido con traje antiguo. A su lado se traba una balanza antigua con sus charolas pulidas. En lo alto, un ojo con párpados de vidrio iluminado de colores supervisa mis pasos que tac-tac continúan la sinuosa subida. Preside el candelero desde el techo, tan mudo y elegante como entonces, mirando intensamente mi regreso. En el salón las ventanas hacen una caravana y el espejo, sin disimulo, me abarca de cuerpo entero. Tras de mí, silencioso, el Mago ha seguido mis pasos. Con un pase aparece un cristal púrpura en mis manos. Toma forma de copa y al segundo ademán se llena de vino. El aroma es delicioso: temo que el mago me embriague con su magia. Sé que estaría atrapada en su palacio y regresar sería imposible. El Mago es sigiloso, lo dice...
Retrato de mis días, aventuras en la pintura, la poesía y demás estancias