

Es el día de festejar a Pachamama en el Perú y zonas aledañas.
Es algo que deberíamos aprender e imitar: respetar, cuidar y agradecer a la madre tierra por lo que nos da.
En aquellas latitudes, desde antes del amanecer del día primero la gente se levanta para sahumar sus viviendas y pedir a Pachamama por la salud, la comida y que la casa permanezca en manos de quienes la habitan. Luego buscan a un personaje que dirija la "Misa dulce", el ritual en el que ofrendan a la tierra sus tributos: confites o dulces, comidas, peticiones, obsequios.
Se reza agradeciendo y se hacen peticiones por la paz y el bienestar en la familia y la comunidad. Se abrazan unos a otros igualmente en familia y a la comunidad.
Mientras escuchaba sobre el singular -y envidiable- festejo, noté un fondo musical que me llamó la atención porque quienes cantaban decían "Los civilizados destruyen, los civilizados depredan, ay dolor, qué será de Pachamama". Entonces cobró ese otro particular significado eso de "Los civilizados", y se me encogió un poquito el corazón porque me doy cuenta de que, me guste o no, deberé ser clasificada en ese grupo, puesto que no soy gente de campo...
Y como la celebración a la Pachamama es durante todo el mes de agosto, os invito a dar gracias a la tierra de la mejor manera que encontréis, pero de todo corazón.
Por cierto: mi hijo Mauricio cumplió años el día primero... digno hijo de la Pachamama. En la foto, cuando nos fue a visitar a Monterrey, con el Cerro de la Silla al fondo.
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