Aquí en el DF la lluvia cae suavemente sobre el pavimento, haciendo un sonido aterciopelado. Claro, no hablamos de aguaceros. La temperatura ha ido de 16 a 24 grados y para mí es un descanso del calorón que tuvimos en Ensenada la última semana.
El lunes me fui a San Juan Teotihuacan, a ver a mi legendaria amiga Maritoña, que desde hace casi treinta años ha sido una extraña mezcla de amiga íntima y madre. Nos sentimos como cuando trabajábamos juntas, recordamos nuestras cenas, reuniones, andanzas. A Héctor, al Arqui Cháirez, a las compañeras del trabajo.
Chelis, una de sus hijas, se lanzó desde Cuernavaca de madrugada para pasar el tiempo con nosotras, porque hacía añales que no nos veíamos. Por supuesto, todas estamos igualitas, sólo los niños están irreconocibles.
Mi ahijada Zuly hermosa y cariñosa,sorprendente con su corta edad y su cúmulo de experiencia y madurez. Vero, otra de mis hermanas, sigue triunfando sobre la silla de ruedas, que no ha vuelto a usar desde que su voluntad por caminar la doblegó. Justamente fui a su casa, cercana a la de Maritoña, fiel reflejo de su personalidad coqueta, brillante y cariñosa, y me enteré de que estaba por salir hacia el Df y creo que a Puebla. No puedo olvidar que cuando la conocía era una jovencita en silla de ruedas que, cuando me sacaba a bailar en las fiestas, me decía: "espérame, voy a dar una vueltecita", y lo hacía en su silla mientras yo, atontada y sorprendida, esperaba que retomara mis manos y me pusiera a bailar.
¡Qué tiempos ésos y éstos, qué gratificante una amistad que desembocó en esta fraternidad que nos permite hablar con cariño, sin tapujos, decirnos cualquier cosa con franqueza, sabernos queridas, cobijadas, respetadas, admiradas!
No me canso de agradecer por todo eso, ni de valorarlo y menos aún de disfrutarlo. Me alegra haber podido estar con ellas, mujeres valerosas que se fajan para salir adelante en esta vida que a veces parece tan empeñada en meternos zancadillas...
Próximamente, fotos...
El lunes me fui a San Juan Teotihuacan, a ver a mi legendaria amiga Maritoña, que desde hace casi treinta años ha sido una extraña mezcla de amiga íntima y madre. Nos sentimos como cuando trabajábamos juntas, recordamos nuestras cenas, reuniones, andanzas. A Héctor, al Arqui Cháirez, a las compañeras del trabajo.
Chelis, una de sus hijas, se lanzó desde Cuernavaca de madrugada para pasar el tiempo con nosotras, porque hacía añales que no nos veíamos. Por supuesto, todas estamos igualitas, sólo los niños están irreconocibles.
Mi ahijada Zuly hermosa y cariñosa,sorprendente con su corta edad y su cúmulo de experiencia y madurez. Vero, otra de mis hermanas, sigue triunfando sobre la silla de ruedas, que no ha vuelto a usar desde que su voluntad por caminar la doblegó. Justamente fui a su casa, cercana a la de Maritoña, fiel reflejo de su personalidad coqueta, brillante y cariñosa, y me enteré de que estaba por salir hacia el Df y creo que a Puebla. No puedo olvidar que cuando la conocía era una jovencita en silla de ruedas que, cuando me sacaba a bailar en las fiestas, me decía: "espérame, voy a dar una vueltecita", y lo hacía en su silla mientras yo, atontada y sorprendida, esperaba que retomara mis manos y me pusiera a bailar.
¡Qué tiempos ésos y éstos, qué gratificante una amistad que desembocó en esta fraternidad que nos permite hablar con cariño, sin tapujos, decirnos cualquier cosa con franqueza, sabernos queridas, cobijadas, respetadas, admiradas!
No me canso de agradecer por todo eso, ni de valorarlo y menos aún de disfrutarlo. Me alegra haber podido estar con ellas, mujeres valerosas que se fajan para salir adelante en esta vida que a veces parece tan empeñada en meternos zancadillas...
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