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Encuentros

Después de la cena con el exquisito pozole que hizo mi hermana Sandra en su casa, y luego de un rápido regreso a casa dado que el tránsito había disminuido, dormí lo que pude tomando en cuenta que Pablita salió tempranísimo al aeropuerto...
A las diez y media, café con las chintololas, como casi cada que vengo. Las desiertas calles de la mañana lucían extrañísimas en esta metrópoli, sin aglomeraciones ni vehículos saturando las vías.
Celebramos sin proponérnoslo, once años de ser poetas chintololas. Me alegra que sigamos por estos rumbos de la poesía pero sobre todo, de la amistad.

Por la tarde, comida con Gaby y Adriana, mis queridas y encantadoras primas, para volver a casa antes de que se nos cayera el cielo encima como todas estas tardes...

Pablita en Ensenada, rumiando su regreso, y yo próxima a marchar... ya siento la nostalgia.

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Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad...

Laberinto. Poema Liz Durand Goytia, 21 de marzo Día Mundial de la Poesía

Cuando ronda la muerte

En realidad todos estamos a las puertas de la muerte. Cuando niños, mis hijos se asustaban cuando yo decía "no sé si mañana voy a amanecer muerta" pero es algo que siempre me ha quedado claro. Lo difícil es aceptar la otra muerte, la de alguien más. Y últimamente he pasado ya algunos sustos. Porque por más que sepamos que es un paso más, nos asusta tener que prescindir de quienes queremos, nos duele no verlos cuando se nos antoje, nos martiriza pensar en no tener más sus palabras... Y ahora pareciera que le toca a él, al más fuerte de mis hermanos. Todos son unos animalotes como siempre he dicho, pero él ha sido diferente. Si se marchó de la casa a los once años con un circo que visitaba Orizaba, es porque era diferente ¿no?. Pasaron años hasta que dimos con él y cuando volví a verlo parecía una estatua: enorme, bien formado, moreno y con un vozarrón que dejaba clara su presencia. Decidió como pocos que viviría la vida a su manera, y ha sido congruente. Por eso ahora me dice...