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Última entrevista



Mi amiga Marielena Cerecero y yo tenemos una amistad más que especial, que no puede ser descrita ni clasificada pero es muy clara.
Nos vimos al principio de mi llegada a esta ciudad, todas norteadas porque aparecimos cada una en diferente lugar esperando a la otra, pero al fin nos encontramos.
Pasó el tiempo que he estado aquí y ayer nos entró a las dos la ansiedad por vernos de nuevo para despedirnos. Así que nos pusimos de acuerdo para vernos después de que intentara yo hacer un pago, y hoy por la mañana, luego de dos intentos previos de liquidar el recibo del agua, me lancé por tercera vez en busca de la oficina donde cobran.
Finalmente, fue en la Glorieta de Camarones. La fila me impresionó porque ni en las pesadillas hay esa cantidad de gente en Ensenada cuando voy a pagar el agua, pero por fortuna me tomó veinte minutos hacer la fila y pagar.
A la salida había micros y escuché a una chica decir los nombres de las calles por las que pasan, y me subí en uno sin pensarlo...mal hecho, porque resultó que iba para no-sé-dónde y como yo estaba pensando en la inmortalidad del cangrejo, cuando me di cuenta no sabía dónde estaba.
Pregunté al chofer si iba para Azcapo y dijo que no pero me bajó en un lugar con las indicaciones para tomar el micro que me llevaría. Me dejó lejos del lugar en donde había quedado de ver a Marielena, caminé el tramo rápidamente pero me tomó veinte minutos. Lo bueno que quedamos como siempre: "La que llegue primero, espera a su compañera".
Platicamos de los hijos, de la casa, los encuentros, nuestro trabajo de escritoras, los viajes y en fin, de todo un poquito. Me dejó en la esquina de la casa. Nos gusta despedirnos como si nos fuéramos a ver al día siguiente aunque a veces han pasado años...
Pero antes de irme, tengo que ver que arreglen en la azotea un desagüe porque tenemos filtración. Vaya modos de conectarla a una con la realidad.

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Esta mañana Dr. Chipocles

Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad

Visita de Poesía errante

Para quienes recuerdan las patoaventuras que tuvo que afrontar mi proyecto cuando inició el año pasado y se perdió en la paquetería que debería llevarlo a Costa Rica, les cuento que ha recomenzado el viaje de Poesía errante . Luego de haber estado en Guadalajara bajo el cuidado de Rosario Orozco (Revista Va de Nuez), llegó a Zacapoaxtla y otra poeta, Gabriela Molina, ha estado a cargo de los preparativos para poner el tendedero poético que tradicionalmente se tiende en las lecturas. Aquí la muestra creativa del cartel de la lectura. Siempre me lamento de no poder asistir a todos esos tendederos, pero desde luego me alegra que estén ventilándose los versos que de tantas partes acuden a la cita a donde el aire los lleva. Espero que más adelante podamos compartir algunas fotografías de las lecturas. Por lo pronto gracias a mis compañeras poetas que me ayudan a que este sueño siga con su errancia por el mundo, que es un modo de ir también nosotras.

Poema para los niños migrantes

Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.