menos densas... Gran diferencia entre el clima -siempre benigno- de este puerto, y las altas temperaturas que encontré tanto en Huajuapan como en Chila de las Flores y peor aún en Cuautla, a donde fui a parar luego de casi cinco horas desde Huajuapan para saludar a la familia de mi hermano, que no veía desde hace años.
Aquí en la ciudad son las diez de la mañana y estamos a 16 riquísimos grados, el sol no se ha asomado plenamente y de todas maneras, cuando el sol está fuerte, el aire siempre está frío, de modo que en la sombra uno se congela y en el sol, se quema.
Esto, para mí, es mucho más rico que el calor que me hace sudar, me irrita la piel, me impide dormir, me hace tomar agua hasta que quedo toda hinchada, y en fin, me resulta de lo más incómodo.
Encontré vivas a todas mis plantas, no sé bien si por las lluvias o porque me las cuidaron bien, pero siento que todavía no sienten a la primavera en todo su esplendor. El camino por la colina hacia la Ryerson está lleno de flores silvestres amarillas, hermosísimas. Ojalá lloviera más seguido por aquí para tener siempre ese espectáculo verdoso y lleno de vida de los cerros, en lugar del típico color ceniciento...
Lo que todavía me hace falta es una copa de vino, pero como no he comprado queso, no lo he querido abrir.
Ah, y no he contado la horrible experiencia de que llegué a encontrar en casa que Guadalupe me dejó el refrigerador desconectado, de modo que tooooodo lo que estaba en el congelador se descompuso y sigo batallando para eliminar los nauseabundos olores de lo que se pudrió. He frotado con limones, con bicarbonato y ya me dijeron que vinagre, a ver si todo junto termina por funcionar, o no sé si pueda meter una varita de incienso y dejarla hasta que se consuma, a ver si con su aroma se quita el maleficio de la peste. No le he puesto carbón porque me da miedo sacar la bolsa de donde la meto, debajo del lavadero del patio, ha de estar llena de arañas...
Entonces, al rato me lanzo por el queso y el pan!
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