Estoy fascinada porque un amigo me puso un programita en mi compu que hace que cuando escribo mis importantísimos asuntos, mi teclado suene como máquina de escribir...
Es que recuerdo aquellos tiempos en los que las colegiaturas de mis hijos y nuestra manutención dependían de la velocidad y ritmo de ese mágico sonido...
En esta foto, la imagen de la primera máquina eléctrica que me tocó usar, cuando llegué a la ciudad de México a trabajar en el Instituto de Ingeniería de la UNAM.
Un tiempo después ésta fue mi favorita, la máquina de esfera, porque le podía cambiar los tipos de letra y hasta el color de la tinta porque había cintas de color sepia. Se me descomponía con frecuencia hasta que el técnico descubrió que yo era demasiado rápida al escribir y se trababa la esfera, já já.
Además de trabajar en una institución, ponía anuncios en el periódico para mecanografiar trabajos. Desde luego lo más socorrido eran las tesis, hice muchas pero además me tocó hacer el directorio de la sección amarilla para uno de los estados que ya no me acuerdo si era Sinaloa, y me especialicé en hacer tablas de números o cantidades para unos ingenieros, usando una máquina que era mecánica y tenía el carro largo para que cupieran unas hojas grandes que llamábamos "sábanas" y que casi nadie quería hacer.
Lo mejor era que me gustaba mucho escribir a máquina, era muy satisfactorio que mis jefes se sorprendieran porque podía tomar dictado directamente a la máquina, cuando necesitaban algo rápido y era más lento tomarlo en taquigrafía para luego transcribirlo.
Quizá esa velocidad la desarrollé porque cuando estaba en el Instituto de Ingeniería un ingeniero me pidió que mecanografiara la lista de libros de su biblioteca, que había dictado en una grabadora revisando libro por libro. Como tenía que conectar el aparato para escuchar, me daba pereza detenerlo a cada rato, así que procuraba ir al ritmo de la voz.
¡Cómo ha cambiado todo! A mediados o finales de los años noventa iba de visita a Ensenada -donde ahora vivo- para ver a mi hija, y nos íbamos a un café a revisar los correos. Ella también es veloz en el teclado porque le gusta, y cuando nos poníamos a escribir la gente en el "café-internet" se detenía para mirarnos porque además, por supuesto que no vemos el teclado.
Ahora, para nutrir la nostalgia, he recurrido al truco del programa con sonido de máquina de escribir en mi computadora sólo para sentir de nuevo aquellos aires que se fueron, aquellas sensaciones de estar haciendo algo útil y bueno que me permitía salir adelante con mis hijos, con la vida.
Es que recuerdo aquellos tiempos en los que las colegiaturas de mis hijos y nuestra manutención dependían de la velocidad y ritmo de ese mágico sonido...
En esta foto, la imagen de la primera máquina eléctrica que me tocó usar, cuando llegué a la ciudad de México a trabajar en el Instituto de Ingeniería de la UNAM.
Un tiempo después ésta fue mi favorita, la máquina de esfera, porque le podía cambiar los tipos de letra y hasta el color de la tinta porque había cintas de color sepia. Se me descomponía con frecuencia hasta que el técnico descubrió que yo era demasiado rápida al escribir y se trababa la esfera, já já.
Además de trabajar en una institución, ponía anuncios en el periódico para mecanografiar trabajos. Desde luego lo más socorrido eran las tesis, hice muchas pero además me tocó hacer el directorio de la sección amarilla para uno de los estados que ya no me acuerdo si era Sinaloa, y me especialicé en hacer tablas de números o cantidades para unos ingenieros, usando una máquina que era mecánica y tenía el carro largo para que cupieran unas hojas grandes que llamábamos "sábanas" y que casi nadie quería hacer.
Lo mejor era que me gustaba mucho escribir a máquina, era muy satisfactorio que mis jefes se sorprendieran porque podía tomar dictado directamente a la máquina, cuando necesitaban algo rápido y era más lento tomarlo en taquigrafía para luego transcribirlo.
Quizá esa velocidad la desarrollé porque cuando estaba en el Instituto de Ingeniería un ingeniero me pidió que mecanografiara la lista de libros de su biblioteca, que había dictado en una grabadora revisando libro por libro. Como tenía que conectar el aparato para escuchar, me daba pereza detenerlo a cada rato, así que procuraba ir al ritmo de la voz.
¡Cómo ha cambiado todo! A mediados o finales de los años noventa iba de visita a Ensenada -donde ahora vivo- para ver a mi hija, y nos íbamos a un café a revisar los correos. Ella también es veloz en el teclado porque le gusta, y cuando nos poníamos a escribir la gente en el "café-internet" se detenía para mirarnos porque además, por supuesto que no vemos el teclado.
Ahora, para nutrir la nostalgia, he recurrido al truco del programa con sonido de máquina de escribir en mi computadora sólo para sentir de nuevo aquellos aires que se fueron, aquellas sensaciones de estar haciendo algo útil y bueno que me permitía salir adelante con mis hijos, con la vida.
Comentarios
https://www.youtube.com/watch?v=Cfbhcddyb8Q
El caso es que, al parecer, la máquina de escribir llegó para quedarse.
¡Gracias por compartir!