Contra todo pronóstico llegaste. Tu memoria hecha trizas tu cariño entero. Habíamos hecho un trato y aunque no supiste cómo, lo cumpliste: llegaste a la tierra que te vio nacer a conocer mi casa, a más de tes mil kilómetros de aquella donde moras y eres feliz.
Se nos movieron el piso, los tiempos, las emociones, las épocas y los recuerdos. A veces era yo tu hermana, a veces tú no sabías quién era. Pero en el fondo, donde se guardan los secretos, tu y yo supimos que los lazos entre nosotras siempre serán irrompibles. Me enteré cuando de adolescente, tú respetabas y consultabas mis opiniones como si yo fuera adulta o sabia. Cuando después tomé mis decisiones jamás juzgaste lo que hice y ni siquiera preguntaste mis razones. Cuando te cobijaste en mí como si fuera un árbol, cuando aprendiste mis juegos, cuando te hiciste araña mágica para desenredar los hilos de las puntadas que te pedía y lograbas siempre ir más lejos de lo que pensabas, asombrándome de nuevo... cuando me despediste aquella noche en que te dije que me marchaba de casa porque si me quedaba me volvería yo loca y te vi, cada vez más pequeña tomando de la mano a mis hermanos, que también lloraban mientras yo en el autobús me empapaba de miedo y de distancia.

Me tardé un rato en darme cuenta de que nuestros acuerdos eran tácitos, no explícitos. Que a pesar de que no hallamos las palabras, nuestro enlace se mantiene inalterable. Siempre me hiciste sentir que tenía tu respeto, algo que yo siempre dudé que inspirara. Pero me viste más y mejor que cualquiera y por instinto me prodigaste ese respeto que me lanzó a buscar honrarlo siempre. No, no fue lo que dijiste sino lo que callaste lo que me fue construyendo lentamente, tan en silencio que no me daba cuenta.
Y esta vez que viniste sin estar segura del lugar en el que estabas, sin poder determinar el arriba o abajo, retomaste los hilos y la aguja y te pusiste abordar como te gusta. Igual que otras veces, terminamos entre ambas la labor. Ya tus puntadas se notan imprecisas -la tinta estaba muy borrada- pero tu mano sabia en el dibujo completaba las flores, las guías de las hojas... y ese pedazo de tela que compré donde las cosas viejas estaba fechado en 1929, una costura que venía con su aro ovalado de metal, la orilla tejida y los hilos para bordarla. Recorrió muchos años y distancia -etiqueta del Reino Unido- para llegar a nuestras manos. Así el recorrido de tu vida, que inició poco después de esa fecha. Así en la vida nosotras metimos y sacamos nuestros hilos tejiendo las puntadas de nuestra existencia. Al principio y al final juntas, de la única manera en la que hemos sabido estar.
Aquí lo tengo, acabo e bordar tus iniciales y las más y me doy cuenta de que puse mal la fecha. Pero no importa si es un poco registrar este detalle tuyo novedoso de no saber en qué día o en qué lugar estamos.
Gracias, mamá, por todo el tiempo nuestro, por lo que aprendí a ser por ti, por las pesadas cargas que tuve que llevar para ayudarte, por las interminables risas, los cafés y las pelis. Por dejarme compartir tu maternidad con mis hermanos, por estar siempre ahí aunque a veces no te viera y me quedara esperando por años que llamaras... por heredarme tu hermosura y algunos de tus gustos y por haber sido siempre, toda la vida -como ahora descubro- mi mejor amiga.
Se nos movieron el piso, los tiempos, las emociones, las épocas y los recuerdos. A veces era yo tu hermana, a veces tú no sabías quién era. Pero en el fondo, donde se guardan los secretos, tu y yo supimos que los lazos entre nosotras siempre serán irrompibles. Me enteré cuando de adolescente, tú respetabas y consultabas mis opiniones como si yo fuera adulta o sabia. Cuando después tomé mis decisiones jamás juzgaste lo que hice y ni siquiera preguntaste mis razones. Cuando te cobijaste en mí como si fuera un árbol, cuando aprendiste mis juegos, cuando te hiciste araña mágica para desenredar los hilos de las puntadas que te pedía y lograbas siempre ir más lejos de lo que pensabas, asombrándome de nuevo... cuando me despediste aquella noche en que te dije que me marchaba de casa porque si me quedaba me volvería yo loca y te vi, cada vez más pequeña tomando de la mano a mis hermanos, que también lloraban mientras yo en el autobús me empapaba de miedo y de distancia.

Me tardé un rato en darme cuenta de que nuestros acuerdos eran tácitos, no explícitos. Que a pesar de que no hallamos las palabras, nuestro enlace se mantiene inalterable. Siempre me hiciste sentir que tenía tu respeto, algo que yo siempre dudé que inspirara. Pero me viste más y mejor que cualquiera y por instinto me prodigaste ese respeto que me lanzó a buscar honrarlo siempre. No, no fue lo que dijiste sino lo que callaste lo que me fue construyendo lentamente, tan en silencio que no me daba cuenta.
Y esta vez que viniste sin estar segura del lugar en el que estabas, sin poder determinar el arriba o abajo, retomaste los hilos y la aguja y te pusiste abordar como te gusta. Igual que otras veces, terminamos entre ambas la labor. Ya tus puntadas se notan imprecisas -la tinta estaba muy borrada- pero tu mano sabia en el dibujo completaba las flores, las guías de las hojas... y ese pedazo de tela que compré donde las cosas viejas estaba fechado en 1929, una costura que venía con su aro ovalado de metal, la orilla tejida y los hilos para bordarla. Recorrió muchos años y distancia -etiqueta del Reino Unido- para llegar a nuestras manos. Así el recorrido de tu vida, que inició poco después de esa fecha. Así en la vida nosotras metimos y sacamos nuestros hilos tejiendo las puntadas de nuestra existencia. Al principio y al final juntas, de la única manera en la que hemos sabido estar.
Aquí lo tengo, acabo e bordar tus iniciales y las más y me doy cuenta de que puse mal la fecha. Pero no importa si es un poco registrar este detalle tuyo novedoso de no saber en qué día o en qué lugar estamos.
Gracias, mamá, por todo el tiempo nuestro, por lo que aprendí a ser por ti, por las pesadas cargas que tuve que llevar para ayudarte, por las interminables risas, los cafés y las pelis. Por dejarme compartir tu maternidad con mis hermanos, por estar siempre ahí aunque a veces no te viera y me quedara esperando por años que llamaras... por heredarme tu hermosura y algunos de tus gustos y por haber sido siempre, toda la vida -como ahora descubro- mi mejor amiga.
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