Por fin se cierran las puertas del salón. Desfilaron 365 días colmados de cuanta cosa, para bien o para mal. Hacer recuento ahora es ocioso, quizá sea mejor una reflexión personal, íntima, que si embargo comparto porque como todo mundo sabe, estoy hecha de todo lo que me rodea, de lo que he recibido, de lo que he podido dar, de lo que con tanta generosidad me han regalado.
Así que pienso: más allá de la circunstancia que me condujo a trasladar mi lugar de residencia a un lugar alejado por más de tres mil kilómetros, más allá de haberlo hecho cuando menos lo esperaba aunque tuviera planeado hacerlo en algún momento de mi vida; más allá de las vicisitudes que implicó el periplo; más allá de la pena y el miedo por la pérdida... me encuentro conmigo todavía.
Aquí, en este nuevo hogar que me aloja con las paredes aún frías, sin muchos ecos de tertulias o poesía, con ruidos nuevos, diferentes, con grietas enmohecidas por el clima y aromas de humedad desconocidos. Sola en este nuevo hogar que no representa mi soledad, pues no la tengo aunque a veces la perciba. Me acompañan, como dije, todas esas presencias pasadas y presentes, todos los abrazos, los buenos deseos, los obsequios, las risas, el vino, el desierto... y me nutren, me fuerzan a seguir creciendo como una débil vara que espera por retoños y por flores. Estoy resuelta a florecer por los abrazos que han venido hasta mi casa: la visita de amigas queridas, de poetas que cruzaron la distancia para que mi corazón dejara de llorar esas ausencias, de amigos que refrendaron sus votos de amistad apoyando con su querida presencia mi decisión de estar aquí.
Seguiré: retomo la enjundia para seguir estudiando lo que falta para que termine la carrera, para buscar encuentros con mi familia local que se ha dado a la tarea de recibirme y aceptarme pero también conocerme más de cerca, para buscar los lazos que no tengo, para seguir bordando lo que sea que me depare la vida.
El amor no es para mí. Es de todos para todos, ahora entiendo. Es como cuando buscaba mis raíces y no veía mis alas. Ahora lo veo y trato de entenderlo y de vivirlo porque no es sencillo quitarse ideas de la cabeza, sensaciones de fracaso, de vacío, de soledad. He de luchar contra eso buscando la claridad porque eso me define:
jamás me quedaré en un calabozo.
Así que a ponerle buena cara a este fin de año con todo lo que se lleva y deja y sobre todo, a darle oportunidad a la esperanza, a seguir buscando en los otros las partes que me falten mientras sienta que puedo compartirles lo que soy.
Feliz Año 2020

Aquí, en este nuevo hogar que me aloja con las paredes aún frías, sin muchos ecos de tertulias o poesía, con ruidos nuevos, diferentes, con grietas enmohecidas por el clima y aromas de humedad desconocidos. Sola en este nuevo hogar que no representa mi soledad, pues no la tengo aunque a veces la perciba. Me acompañan, como dije, todas esas presencias pasadas y presentes, todos los abrazos, los buenos deseos, los obsequios, las risas, el vino, el desierto... y me nutren, me fuerzan a seguir creciendo como una débil vara que espera por retoños y por flores. Estoy resuelta a florecer por los abrazos que han venido hasta mi casa: la visita de amigas queridas, de poetas que cruzaron la distancia para que mi corazón dejara de llorar esas ausencias, de amigos que refrendaron sus votos de amistad apoyando con su querida presencia mi decisión de estar aquí.
Seguiré: retomo la enjundia para seguir estudiando lo que falta para que termine la carrera, para buscar encuentros con mi familia local que se ha dado a la tarea de recibirme y aceptarme pero también conocerme más de cerca, para buscar los lazos que no tengo, para seguir bordando lo que sea que me depare la vida.
El amor no es para mí. Es de todos para todos, ahora entiendo. Es como cuando buscaba mis raíces y no veía mis alas. Ahora lo veo y trato de entenderlo y de vivirlo porque no es sencillo quitarse ideas de la cabeza, sensaciones de fracaso, de vacío, de soledad. He de luchar contra eso buscando la claridad porque eso me define:
jamás me quedaré en un calabozo.
Así que a ponerle buena cara a este fin de año con todo lo que se lleva y deja y sobre todo, a darle oportunidad a la esperanza, a seguir buscando en los otros las partes que me falten mientras sienta que puedo compartirles lo que soy.
Feliz Año 2020
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