Llegamos a diciembre y como a todo el mundo me da por reflexionar y hacer recuento de lo que viví en este año. Y ahora, desde aquí, puedo darme cuenta de lo que me dijeron tantas amigas y amigos desde que tomé la decisión de venirme: ¡qué valiente! lo reconozco ahora que me veo lejos, que me siento sola a ratos, que me doy cuenta de que voy a comenzar de cero nuevamente o que me doy de topes cuando quiero hacer algo y no tengo a la mano una red social que de inmediato me auxilie.
No, no fue sencillo decidir que volaría porque no era el tiempo, lo decidí empujada por mis circunstancias. No fue sencillo reunir el dinero para la mudanza, ni hacer cada uno de los trámites, ni encontrar cómo y a dónde llegar y mucho menos despedirme de cada uno de mis aprecios en mis alrededores. Cuando recuerdo la llegada del trailer a la calle de mi casa lo veo y me doy cuenta y me digo ¡qué bárbara!
Pero de lo que más me doy cuenta es de lo bien acompañada que he estado a pesar de las distancias. Todas y todos me han abrazado desde la toma de mi decisión: me apoyaron si necesitaba vender cosas, si necesitaba cajas, si necesitaba compañía, comida, asilo. Me cubrieron con su cariño cada que me sentí insegura o dudosa.
Me acompañaron en cuanto pudieron: se trasladaron a conocer mi nuevo espacio para dejar aquí su huella, me han venido abrazando desmesuradamente con su generosidad y su cariño y no me dejan de acompañar desde donde quiera que estén.
Sí, veo lo valiente que he sido y me doy cuenta de que todas y todos mis amigos me han llevado a ser así para estar a su altura. Somos personas valientes: encaramos los retos con temores y sonrisas y salimos adelante porque estamos juntas, somos gente solidaria y empática que hace tangibles sus sueños, que tiene un colador en el corazón para no dejar pasar esas pesadas piedras de rencores o envidias, que brilla siempre cada vez que ayuda, que crece y crece...
A todas, a todos los que me hacen: gracias, nadie que haya siquiera cruzado una palabra conmigo se sienta excluido de mi afecto y reconocimiento. Soy la feliz poseedora del más grande tesoro de su amistad, gracias a todos.
No, no fue sencillo decidir que volaría porque no era el tiempo, lo decidí empujada por mis circunstancias. No fue sencillo reunir el dinero para la mudanza, ni hacer cada uno de los trámites, ni encontrar cómo y a dónde llegar y mucho menos despedirme de cada uno de mis aprecios en mis alrededores. Cuando recuerdo la llegada del trailer a la calle de mi casa lo veo y me doy cuenta y me digo ¡qué bárbara!
Pero de lo que más me doy cuenta es de lo bien acompañada que he estado a pesar de las distancias. Todas y todos me han abrazado desde la toma de mi decisión: me apoyaron si necesitaba vender cosas, si necesitaba cajas, si necesitaba compañía, comida, asilo. Me cubrieron con su cariño cada que me sentí insegura o dudosa.
Me acompañaron en cuanto pudieron: se trasladaron a conocer mi nuevo espacio para dejar aquí su huella, me han venido abrazando desmesuradamente con su generosidad y su cariño y no me dejan de acompañar desde donde quiera que estén.
Sí, veo lo valiente que he sido y me doy cuenta de que todas y todos mis amigos me han llevado a ser así para estar a su altura. Somos personas valientes: encaramos los retos con temores y sonrisas y salimos adelante porque estamos juntas, somos gente solidaria y empática que hace tangibles sus sueños, que tiene un colador en el corazón para no dejar pasar esas pesadas piedras de rencores o envidias, que brilla siempre cada vez que ayuda, que crece y crece...
A todas, a todos los que me hacen: gracias, nadie que haya siquiera cruzado una palabra conmigo se sienta excluido de mi afecto y reconocimiento. Soy la feliz poseedora del más grande tesoro de su amistad, gracias a todos.
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