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Casi despedida

Las paredes están desnudas. Heridas y cicatrices por los clavos y repisas es lo que está dejando mi estancia de tantos años. Entre la pintura y los ladrillos algo habrá que quede, algo de la alegría y la paz con que viví adentro de mi casa. Su energía clara y reposada la instalé antes de empezar a trasladar mis cosas, cuando venía yo misma con un corazón ajado buscando restablecerme. Aquí sería el rincón donde lamiera mis heridas y aquí sané y descubrí todavía más de mí, otras mujeres que habían estado escondidas y que fueron floreciendo lentamente para irme completando.
La vida siempre ha sido generosa, el universo me ha provisto de cuanto he necesitado, sobre todo porque sé que no se necesita mucho -hablo de cosas-.
Así que toca agradecer esta estadía, estas paredes con su hermosa luz al atardecer, este espacio acogedor que ha recibido tantas risas y buenos ratos, tanta gente amiga,  niños encantadores que se fueron convirtiendo en adolescentes, libros y libros adquiridos, compartidos, encontrados, consignados.
Las paredes están desnudas pero están llenas de mí. Aquí dejo a quien venga toda esta alegría hospitalaria. Acariciaré hasta el final cada pared para que me recuerde y honre -como yo- la memoria del tiempo que pasamos juntas.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hermoso escrito querida Liz, gracias, geacias, gracias, porque en esa casa se quedan memorias que compartimos mujeres que cuentan, porque albergo cariño y solidaridad, estoy segura que donde quiera que vayas llevaras entre tus pertenencias, vivencias, recuerdos, pero esperanza y entusiasmo para comenzar un nuevo capítulo de tu enriquecida vida.......Te acompaña mi cariño y respeto por tu valentía y solidaridad.
Maria Angoa

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Poema para los niños migrantes

Para los niños migrantes Temprano te salieron alas y esparces la ceniza de un vuelo inesperado. Vuelas hacia una tierra prometida que no existe , donde leche ni miel encontrarás. Encerrarán tu vuelo en jaulas y el miedo que aprendiste a dejar lejos regresará a morderte por las noches. Ningún río te besará con agua fresca, ninguna señal de la cruz sobre tu frente te va a guardar de la amargura. Somos testigos de la decapitación de tu infancia, de tu niñez hoy preñada de dolor, de pies cansados y ojos secos. Que la vergüenza nos cubra cada que te preguntes o que pidas, que el corazón nos duela hasta que tengas alas con vuelo renacido.

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Desde la cama me puse a ver noticias. Sé que no es -ni con mucho- la mejor manera para levantarse, pero lo hice sin pensar. Encontré que estaban dando un reportaje acerca de un médico en el Hospital de Pediatría de la ciudad de México, en donde todavía ando por suerte. El doctor especializado en oncología ha sido bautizado por sus pequeños pacientes como "Dr. Chipocles", que es la manera que tenemos los mexicanos para denominar a alguien que es muy bueno en lo que hace, y lo que no sé es por qué se eligió el nombre de un chile -chipocle, chipotle- para eso. El caso es que este médico inusitado es tan sensible que no solamente se disfraza de distintas cosas para ir a trabajar como el famoso Dr. Patch Adams, sino además, al ser entrevistado sobre su trabajo, termina diciendo, con la garganta cerrada y lágrimas en los ojos, que se considera un ser especial por poder hacer el trabajo que hace. Y lloró cuando mencionó a sus niños enfermos que ya no están con nosotros. Tengo que ad

Desesperada

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