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Casi despedida

Las paredes están desnudas. Heridas y cicatrices por los clavos y repisas es lo que está dejando mi estancia de tantos años. Entre la pintura y los ladrillos algo habrá que quede, algo de la alegría y la paz con que viví adentro de mi casa. Su energía clara y reposada la instalé antes de empezar a trasladar mis cosas, cuando venía yo misma con un corazón ajado buscando restablecerme. Aquí sería el rincón donde lamiera mis heridas y aquí sané y descubrí todavía más de mí, otras mujeres que habían estado escondidas y que fueron floreciendo lentamente para irme completando.
La vida siempre ha sido generosa, el universo me ha provisto de cuanto he necesitado, sobre todo porque sé que no se necesita mucho -hablo de cosas-.
Así que toca agradecer esta estadía, estas paredes con su hermosa luz al atardecer, este espacio acogedor que ha recibido tantas risas y buenos ratos, tanta gente amiga,  niños encantadores que se fueron convirtiendo en adolescentes, libros y libros adquiridos, compartidos, encontrados, consignados.
Las paredes están desnudas pero están llenas de mí. Aquí dejo a quien venga toda esta alegría hospitalaria. Acariciaré hasta el final cada pared para que me recuerde y honre -como yo- la memoria del tiempo que pasamos juntas.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hermoso escrito querida Liz, gracias, geacias, gracias, porque en esa casa se quedan memorias que compartimos mujeres que cuentan, porque albergo cariño y solidaridad, estoy segura que donde quiera que vayas llevaras entre tus pertenencias, vivencias, recuerdos, pero esperanza y entusiasmo para comenzar un nuevo capítulo de tu enriquecida vida.......Te acompaña mi cariño y respeto por tu valentía y solidaridad.
Maria Angoa

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